Tengo tantas cosas que escribir, pero no será hoy. Tengo tantas cosas que aprender, pero no será hoy. Tengo tanto que callar y tanto que decir… Soy una mujer barroca, creo, llena de dualidades, de bipolaridades, de lados oscuros e inabarcables.
Los barrocos le tenían miedo al vacío, a la nada, por eso cubrían todos los espacios, para que el miedo no se pudiera colar por lo que no podían controlar. Le tenían pavor a la cara oculta de la luna, la que no podían ver, la que desconocían… Qué habría detrás de ella, qué secreto escondería, qué loba herida aullaría hasta que se lo contara?
Los barrocos sufrieron decepción tras decepción… Que el centro del universo no era la Tierra sino el sol o que Europa no era la estrella del mundo sino que aparecía un paraíso nuevo conocido como América. Los barrocos sufrían, les quitaron su centro, los desplazaron, les descubrieron las órbitas y les mostraron que la elipse tenía dos polos de equilibrio.
Por eso dudaban… dudaban con el alma, con la razón, con el corazón. Dudaban porque el mundo que conocían se iba destruyendo lentamente, la ciencia se abría paso ante la fe que quedaba mustia en un rincón. Soy una mujer y soy barroca y dudo y… ¿ soy o no soy? Esa es la cuestión, la única cuestión.
Así que como no sé quién soy, ni qué soy, no por qué soy y le tengo miedo al espacio vacío, como buena barroca nocturna… escribo y al escibir digo como Lope de Vega: “¿Que no escriba, decís, o que no viva? Haced vos con mi amor que yo no sienta, que yo haré con mi pluma que no escriba”.
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