Estoy clásica y triste. Cosa complicada porque eso me obliga a leer a Catulo, Coleridge, Petrarcca, Lamartine, Schiller, Neruda… Pero de entre todos ellos me detuve un rato largo en el caballero por excelencia: en don Garcilaso de la Vega. Enamorado de un imposible, de la dama portuguesa Isabel Freire, escribió los sonetos más maravillosos que puedan existir. Pudo entender el sufrimiento que causa el amor no correspondido e hizo de él su bandera, su escudo, su espada y su pluma.
Hoy estuve pensando en este soneto, la forma es compleja: cada verso posee 11 sílabas y por esa causa, si no está bien estructurado, siempre sonaría falso en español debido a que esa cantidad de sílabas no es natural en los versos castellanos. Nosotros somos del octosílabo, nos sentimos cómodos en él, lo disfrutamos, lo cultivamos hasta el cansancio. Este tipo de sonetos, lo heredamos del italiano, del dulce estilo nuevo y entró en nuestro idioma renovando sus raíces.
SONETO XXXII, de Garcilaso de la Vega
Estoy continuo en lágrimas bañado,
rompiendo el aire siempre con suspiros;
y más me duele nunca osar deciros
que he llegado por vos a tal estado,
Un primer cuarteto glorioso. Aquí el yo lírico nos introduce de lleno en su sufrimiento, se describe en lo más profundo de su dolor y nos dice que está continuamente bañado en lágrimas, que llora y que suspira sin cesar pero que no se anima a decírselo a su amada.
Llora. Qué interesante que un hombre del siglo XV acepte que sufre y que llora. Y es un excelente caballero, valiente, que se murió en plena batalla y sin embargo llora. No es menos hombre por llorar, no es menos hombre por mostrar su sensibilidad, ni muchos menos por confesar que está triste y desesperado por causa del amor. Un amor que es ideal porque es caballeresco, porque nunca será correspondido, porque su destino es amar sin que lo amen, padecer sin que lo consuelen, sufrir sin la esperanza de obtener nunca jamás el tan ansiado premio: el cariño de la dama.
que viéndome do estoy y lo que he andado
por el camino estrecho de seguiros,
si me quiero tornar para huiros,
desmayo viendo atrás lo que he dejado;
Este segundo cuarteto entra más profundo en el dolor de la voz enunciadora y reconoce que no puede hacer otra cosa en la vida sino amar a su doncella. Ella ha marcado el camino que él sigue, un camino difícil, estrecho, lleno de escollos que no lo llevan a ningún lado. El camino es la metáfora del estado amoroso, el que ha elegido y del que no puede volver, ni huir porque ha renunciado a todo por ella, si vuelve, si desanda este camino simplemente no hay nada.
si a subir pruebo en la difícil cumbre,
a cada paso espántame en la vida
ejemplos tristes de los que han caído.
Entramos en el primer terceto, vamos ganando en intensidad y en profundidad. Obtener el amor de la mujer es cada vez más difícil, el camino es más empinado, intentar conquistarla es lo mismo que llegar a la cumbre, pero como en el mismo caso de escalar una montaña, muchos son los que lo intentan y pocos los que lo consiguen. El emisor poético entiende que es muy difícil alcanzarla, obtenerla, poseerla y en el fondo no lo quiere. Disfruta de ese estado de sufrimiento, de ese galanteo, de ese limbo amoroso en el que se encuentra. Ella no lo aceptará y él lo sabe. Pero peleará para ganarla, luchará por su amor como en el campo de batalla, se batirá contra el desamor como lo hicieron “los otros que han caído” a su lado. Su premio, entonces, es el olvido. Lo prefiere a la consumación del amor. POrque en el momento en que obtenga su preciado galardón, la lucha dejará de tener sentido, la junta se habrá terminado, la lanza habrá traspasado su destino, el escudo se habrá partido, la lóriga del amor estará manchada de la sangre virginal de la amada, por lo tanto, la vida perdería su sabor y su esencia de caballero no tendría razón de ser.
Y sobre todo, fáltame la lumbre
de la esperanza con que andar solía
por la oscura región de vuestro olvido.
TErmina con el terceto que repetí en mi cabeza sin cesar. Sufre porque ella no lo ama, sabe que el camino es difícil y que está atrapado en él, todo lo que lo rodea es triste y espantoso pero lo más horrible de todo es que ya ni siquiera le queda la esperanza que era una luz que lo guiaba en su hazaña. Sin esperanza, ya no queda nada. SIn esperanza, está varado en la “oscura región de vuestro olvido”. Cómo me gusta ese verso final. CUántas veces he andado por la oscura región del olvido de alguien y cuántas han andado por la oscura región de mi olvido. Esa región es la que me llena de preguntas: dónde está? cómo se sale de ella? cómo se llega? hasta cuándo permanecemos en ella? nos acostumbramos a esa oscuridad y no queremos abandonarla aunque estemos contino en lágrimas bañados? Estoy ahora mismo en esa oscura región y es cierto que no se ve nada, y es cierto que se muere la esperanza, y es cierto también, Don Garcilaso, que es preferible mil veces sangrar la herida de ese amor que no haber amado nunca.
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