miércoles, 1 de septiembre de 2010

Jaime Sabines, salud.

Hoy decidí que quería escribir sobre la búsqueda que nunca termina. La búsqueda del amor teniendo al amor. La búsqueda del deseo sintiendo aún las brasas encendidas del que se está extinguiendo.
Es la historia del inconstante, del que sabe que nunca encontrará lo que busca porque lo que busca no existe. Sin embargo cree verlo en el brillo que se percibe en el fondo de los ojos de este amante, o escondido en la voz del próximo. Cree, supone, desea, espera que esté. Pero no está. Sabe que no está pero finge, disimula, se autoconvence...
Algunos somos así. Claro que no vamos a confesarlo fácilmente porque en el fondo, somos seres solitarios, abandonados, perdidos, que montamos el show para los demás o lo que es peor: para nosotros mismos.
En esta búsqueda que no termina nunca, nos vamos dejando el alma, las uñas, pedazos de corazón abandonado. Nos vamos mutilando cada vez más pero seguimos adelante, descoyunturados, rotos, quebrados, con menos ilusiones.
Nunca vamos a detenernos: lastimados y todo, heridos y todo, desahauciados y todo seguiremos buscando al que no existe porque es la búsqueda en sí misma, la esencia de nuestro ser.
No me pidas, entonces, que me quede.

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