¿Por qué me gustan las palabras? Empezar a responder esa pregunta ahora sería llenar una página de lugares comunes. Me parece más interesante decir lo que me gusta de las palabras, del mundo infinito de estas grafías que traducen en dibujitos los sonidos humanos.
Adoro los puntos suspensivos. Me encantan sencillamente, me gusta que quede la frase inconclusa, como alejándose lentamente, como queriéndose ir y no queriendo. Me deleito en las fracciones de segundo en que se queda suspendido el tiempo y la reflexión se cuela por ahí. Pensar cuando se lee, creo que por eso me gustan tanto, tanto que abuso. Difícilmente haya algún texto mio que no los lleve... Leer y pensar; escribir y pensar. Ahí se encierra para mí la esencia del trabajo del escritor y del lector. Leer entre signos, entre puntos, con autorización expresa.
Amo los adverbios de modo. Todos me gustan. Esas palabritas terminadas en -mente siempre están en mayor o en menor grado, se cuelan, sin darme cuenta y están ahí escritas y ya me da pena borrarlas. Son palabras largas, que pueden saborearse y dejan en el paladar el sabor de la "manera" de hacer las cosas. "Irremediablemente", como el libro de poemas de Alfonsina Storni que leí a los 12 años, muero por los adverbios. Ni siquiera quiero contar cuántos escribí en esta entrada, definitivamente, apa´recerán una y otra y otra y otra vez.
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