La formación en los docentes no debería estar en discusión. ¿Verdad? ¿VERDAD? Pues eso no pasa. La formación de los docentes, creo, está en crisis. Como nuestro sistema educativo, como los valores escolares como los roles dentro del ámbito de la educación.
Docentes que no terminaron su formación o que se formaron hace tanto tiempo, sin volver a tomar un apunte nunca van socavando la calidad de la educación y, lo que me entristece más, la visión que se tiene de todos los docentes en general.
Nadie puede dar lo que no tiene. Nadie puede preparar buenas clases si no tiene con qué, o se olvidó. Nadie puede acceder a un mundo tecnológicamente cambiante si no sabe encender una computadora.
La realidad es que estar frente a una clase se ha convertido en una suerte del destino: se titularizaron horas en algún momento, se tomaron horas porque no había otros y ya el resto no interesa. Amo la profesión docente y respeto profundamente a los docentes. Sin embargo también soy espectadora de una realidad que no me gusta. Los docentes deben estar preparados, actualizados; deben leer permanentemente y ampliar su visión del mundo desde todas las perspectivas posibles: inteligencia emocional, coaching interpersonal -si fuese necesario., conexión con otros docentes, organización de proyectos interdisciplinarios que les dé la posibilidad de trabajar con otros en otros ámbitos...
Y los que tengan que volver a los profesorados, pues... adelante. La docencia es un trabajo de amor y de respeto. Respeto por uno mismo y por el otro. Nuestros estudiantes merecen los mejores docentes que pueda existir porque ellos suelen ser los mejores estudiantes que podamos tener.
domingo, 21 de enero de 2018
viernes, 19 de enero de 2018
Otra vuelta de tuerca o cuando el estudiante no "encaja"
¿Encajar o no encajar? Los docentes tienen múltiples tareas que cumplir en un centro escolar. Muchas y disímiles. Pero como estamos formando personas y no coca-colas es necesario cumplir con esas tareas.
Somo padres subrogantes. Muchas veces, el único saludo que recibe el estudiante es el nuestro, el único límite, el único reto y el único elogio. Los docentes podemos hacer eso muy bien: levantar o destruir la autoestima de los estudiantes.
Somos detectives. Deducimos rápidaEmente lo que pasa en el salón y si miramos con detenimiento (los que quieren mirar, claro) hasta vemos lo que pasa en las vidas de cada uno.
Somos coaches. Esa es la tarea que más me gusta. Si pensamos que seguimos siendo fuente de todo saber, debo aclarar (aclararme) que estamos equivocados. Somos facilitadores de saberes, desarrolladores de habilidades, potenciadores de seres humanos. Ya no somos los dueños de la palabra. ¡Gracias por eso!
Hasta aquí todo bonito. Pero... ¿Qué pasa cuando algún estudiante no encaja? Muchas veces brindamos las herramientas para que el desarrollo del estudiante y sin embargo no hay manera de llegarle, o no es igual a los demás o piensa y siente distinto. La escuela tradicional los anula, la escuela actual los censura hasta que se terminan yendo "a otra escuela que esté más en sintonía con sus necesidades". Eso es cínico y peligroso. Sencillamente dejamos a la oveja perdida y nos quedamos con las 99. Es más fácil y más rápido de digerir entre docentes. "No se adaptaba", "mejor que se vaya a otro lado con gente que lo entienda".
La noticia, señores, es que en otro lado tampoco lo van a entender. Va a ser una tuerca sin tornillo, siempre. Rodando, siempre y no encajando en ningún lado. Estamos tan acostumbrados a los alumnos-tuerca que empernan perfectamente en los bulones que dejamos para ellos, todos iguales, todos idénticos que el diferente nos asusta. La excusa es fácil: el sistema no nos permite ocuparnos de uno en particular. Y yo agrego... y la falta de ganas. ¿Es tan difícil tratar de entender al que no encaja, tratar de encastrar a la "tuerca rebelde"? ¿No estaremos poniendo el bulón equivocado? ¿Es tan difícil pensar que desde la institución educativa se podría hacer algo más que darle el pase a otro colegio.
No sé... tal vez sea momento de empezar a estudiar todas las variedades de tuercas que aparezcan en el mercado.
jueves, 18 de enero de 2018
Amén
Hasta ahora nos vimos dos veces
en la vida. Las dos veces tuvimos sexo. Hablamos en algunas ocasiones más pero sin ojos y sin sonidos: hablamos desde
los signos combinados que conforman las grafías del idioma español.
Asépticamente. Sin gestos, sin tonos, sin olor.
Estoy tratando de sentirme
culpable, de sentirme sucia pero no lo consigo. Me revolqué dos veces con un
tipo al que vi dos veces. Dos de dos; buen timming después de todo. Sin embargo
una voz antigua me susurra que eso no está bien que las señoras decentes tejen o rezan.
Todavía no termino el pulóver naranja que iba a estrenar el invierno pasado y después
del Dios te Salve, María, ya me entretengo con la belleza del lenguaje, o con
la metáfora o el ritmo del rezo y se acabaron allí mis ambiciones piadosas.
Intenté por unas horas sentirme
culpable pero haberme entregado sin prejuicios, sin pretensiones de la misma
manera en que el río se vacía y funde
sus aguas con el mar fue exquisito. He escuchado tantas cosas sobre el amor y
sobre el no amor que la letra escarlata que debería llevar adherida a mi pecho
sería un adorno en lugar de un escarnio.
Soy una vagina, palabra muy poco
poética, hasta huele a alcohol cuando la escribo, pero en latín significa
“estuche”, Cuando conocí su etimología comencé sentir simpatía por ella. Un
estuche como el de las chauchas o las guitarras. Los estuches protegen, cuidan,
resguardan, ocultan secretos, esconden preciosidades. Eso fui, entonces, -no me
llega la culpabilidad, aún- y he guardado en mi vientre, con primorosa ternura
a las 7 maravillas del mundo.
Cuando soy estuche o inmensidad me complace sentarme debajo de los fuegos
artificiales del deseo que siento
inminente hasta convertirme en uno de ellos y el deseo se transforma en acción.
Me vuelvo pólvora y me quemo, ardo, estallo e ilumino mi
cielo particular. Es un espectáculo infinito que me tiene a mí como única espectadora. En esos
momentos, mi universo es mi cuerpo que se vuelve una galaxia completa.
Ya no creo que vuelva a verlo,
seguramente por el beso frío y rasante como el ala de una mariposa nocturna con
que me rozó la mejilla al despedirnos. Después de todo sabemos que las
mariposas nocturnas son enormes y
jeroglíficas pero están condenadas a
morir igual que los fuegos artificiales que brillan una única vez en las noches
de verano.
martes, 16 de enero de 2018
Las aulas no son aviones.
Desde que la enseñanza formal apareció como fuente necesaria para la transmisión de cultura, la adquisición de conocimientos, el incremento de habilidades, el aula es un espacio ordenado -terriblemente ordenado- en pupitres con una distribución específica, generalmente mirando hacia un solo sector del salón.
Es cierto que se pueden constituir en grupos o cambiar la disposición pero sigue siendo un aula.
Los presupuestos, las tradiciones, la normativa impiden los cambios. Pero no impide pensar que otra cosa debería ser posible. Escuelas sin aulas fijas, espacios abiertos y cómodos, adquisición e incremento de habilidades de otra forma.
Claro que implica pensar el proceso de educación de otra manera... más personalizado, tal vez; mejor planificado, más libre en la selección de contenidos...
Utopías.... Mientras tanto solo falta que a las aulas entren los docentes ofreciendo carne o pollo.
domingo, 14 de enero de 2018
Molockinesis
Soy una amante brutal. Encarnecida. Una amante sistemática, premeditada
y serial. Paso por la vida de mis víctimas y no dejo ni una columna en pie, ni
un altar para el sacrificio de los dioses tutelares, ni un espacio para las
lágrimas.
Eso es lo que hago: entrar en la vida del otro y volverme
indispensable, abrir mi cuerpo completo para colmar de los goces de la carne y
del espíritu al ratonzuelo que entrega sumiso su cuello a mi hacha de sueños de
verdugo célibe. Me desgarro el alma para entregarles un trozo, me arranco los
brazos y se los doy en ofrenda, dejo que beban de mi sangre y degusten mi
lengua, mis oscuridades, mis demonios. Me vuelvo arena y andrajo batido por el
viento que mis amantes soplan, huracanan. Los dejo hacer.
Luego emerge mi Moloc sediento de sacrificios, consumiendo
por fuego toda resistencia. Fui agua
cristalina y me convertí en roca de hielo sucio; fui miel sobre la piel desnuda
y me vuelvo amargura que escuece en la espalda. El abandono es inminente,
aunque los ame, aunque quiera quedarme, aunque existan mil variantes antes que
el olvido.
Me voy, desaparezco, huyo, mi cuerpo aúlla de añoranza a la
par del cuerpo del otro pero ya hay tanta noche entre nosotros, tanto deseo
muerto, tanto deseo vivo que me entrego en un sacrificio final para salvarlos
de mí.
Soy una amante brutal con ellos y conmigo.
sábado, 13 de enero de 2018
Estrellados
Para Sandra y Cristian
Sentado en un banco de plaza nocturna bajo la luz de una
lámpara está BRÚJULA INEXACTA, hombre de cabellos largos con moñitos de colores
en las puntas. Viste un traje marrón con parches en los codos. Lleva una
brújula antigua. Mira al cielo.
BRÚJULA INEXACTA:
12.345 y subiendo, 1.023 y en bajada, 528 y está fresco, 2222 y me caso con
vos.
Entra SIN OLVIDO vestido de negro y sombrero bombín. Mira a
BRÚJULA INEXACTA quien murmura números, se sienta a su lado.
SIN OLVIDO: Contando
estrellas, como el Principito.
BRÚJULA INEXACTA: No.
Contando agujeros, como los pobres.
SIN OLVIDO: ¿Agujeros?
¿Habla de “agujeros-traga-estrellas”?
BRÚJULA INEXACTA: No.
Hablo de los espacios que hay entre una estrella y otra. Esos agujeros son los
que cuento. Me gusta la exactitud. Soy Brújula Inexacta, para servirle.
SIN OLVIDO ríe. BRÚJULA
INEXACTA lo mira sin entender. Se dan la mano.
SIN OLVIDO: Es que… “me
gusta la exactitud… BRÚJULA INEXACTA”, ¡vamos hombre! ¡Es gracioso!
BRÚJULA INEXACTA no
entiende.
SIN OLVIDO (serio): ¿Y
qué sentido tiene contar agujeros? ¿Qué busca?
BRÚJULA INEXACTA: El
norte…
SIN OLVIDO: Pero está
en el mismo lugar de siempre.
BRÚJULA INEXACTA: No.
Me lo han cambiado. Solía estar cerca de la estrella más brillante con un
agujero a cada lado. Si descarto agujeros llegaré al norte y a mi estrella. A ella.
SIN OLVIDO: ¿Desde
cuándo cuenta?
BRÚJULA INEXACTA:
170.200 horas.
SIN OLVIDO: Son muchas
horas.
BRÚJULA INEXACTA: Es
mucha ausencia.
SIN OLVIDO: ¿Hasta cuándo
seguirá?
BRÚJULA INEXACTA: Hasta
que vuelva a recordarla. Su rostro se me escapa como el viento entre las
amapolas, si pudiera recordar sus ojos… Eran iguales a la estrella del norte. Y
lo perdí. ¡Ay, mi brújula; ay, mi norte; ay, sus ojos!
SIN OLVIDO (Con
ternura): Es que su brújula está rota. ¡Tiene arreglo!
BRÚJULA INEXACTA: No.
El que está roto es mi corazón y ese no lo tiene.
SIN OLVIDO: Es cierto. Pero
igual podemos solucionarlo.
BRÚJULA INEXACTA:
¿Cómo?
SIN OLVIDO: ¿Sabe cuál
es mi nombre?
BRÚJULA INEXACTA: No.
SIN OLVIDO: SIN OLVIDO.
Brújula Inexacta
sonríe.
Telón.
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