Miércoles 17 de julio de 2024 desde la mañana que estoy en
búsqueda de algo que no sé qué es, a la noche voy a ir al teatro, debe ser eso.
Buenos Aires está tranquilo, es un gato en reposo por las
vacaciones de invierno. Duerme y ronrronea lejos de la actividad habitual.
El teatro el Picadero es uno de mis preferidos y de la obra
no sé nada salvo la reseña de la página de la compra de entradas.
Sigo en la búsqueda de algo que no sé que es. Me siento en
mi butaca y espero. Lorena Vega y Valeria Lois aparecen y desaparecen porque
Aurora y Blanca toman sus lugares… Dos nombres luminosos que le dan ritualidad
a la serendipia que descubro.
Digo serendipia, palabra medio inventada, medio de moda pero
que viene de la literatura y me gusta. De pronto encuentro lo que no estaba
buscando, la serendipia de la palabra.
Siendo espectadora de lo que buscaba pero no encontraba,
encontré lo que no buscaba: la ceremonia del lenguaje.
Palabras, muchas palabras que construyeron un universo de
nieve desrromantizada, de viento que hacer sonreír, de ballenas-hermanas, de venganzas
semánticas, de muchas metáforas (y de pocas metáforas).
Palabras largas como ensordecedor, impoluto, pavote, metonimia y
otras dolorosas como muerte, padre, olvido, tristeza, muerte otra vez y alguna
otra vez más…
Palabras luminosas como Aurora y Blanca y Planca y Planca y
Planca… Palabras oscuras como Ulises o "colilocas" como Ulises.
Las palabras sufren, creo yo, en una sociedad que prefiere
las de siempre, las gastadas, las berreadas, las usadas y malusadas y encontrar
una obra que además de ser bellísima, las entronice, las emperejile y se prosternen
antes ellas (sí, ese es Neruda) fue mi hallazgo, mi serendipia.
Vi la vida de dos mujeres, viví la mía propia; vi el dolor
ante la muerte de otro, viví mis propias reflexiones sobre ella. Extremos,
dolores, risas, la necesaria vulgaridad, la deseada sutileza… Todo está en esta
obra extraordinaria que muestra una vida extraordinaria desde un hallazgo extraordinario.
Gracias. Muchas. Muchísimas.