Dicen que dicen que un tal Heráclito comentó que nadie se
baña dos veces en el mismo río… Bueno, Heráclito,
yo lo hice. Fui dos veces a ver “Lo que el río hace” con las hermanas Marull en
el teatro Astros. La segunda vez fue en junio de 2024.
Es
cierto que fui al mismo teatro, es cierto que la escenografía era la misma, es
cierto que el vestuario era el mismo, es cierto que la obra era la misma y que yo
era la misma. Todo eso es cierto. Pero… por algo Don Heráclito pasó a la
eternidad: nada fue igual.
Lloré
la primera vez pensando en los procesos creativos; lloré la segunda vez mucho
más y por otras cosas. Todo se transformó y fue una metamorfosis maravillosa:
la escenografía dejó de ser la misma, la obra, el vestuario, los personajes y
fundamentalmente las emociones dejaron de ser las mismas.
Sólo
obras bien escritas, bien pensadas, bien representadas pueden provocar un
cambio; el que vivimos los espectadores. Ese cambio lo vivimos en las
reflexiones posteriores que fueron intensas y que nacieron del lapso en que
estuvimos en otra dimensión: la vuelta a las raíces, el amor que no
comprendemos hasta que lo comprendemos, la vida que nos empuja a seguir y a ser, el inconformismo,
el redescubrimiento, la aceptación, la necesidad de volver a empezar fueron
parte de la charla a la hora de la pizza, del retorno a casa, del tiempo en
soledad en que revivimos lo sentido, percibido, experimentado, escuchado, llorado…
El río
hace muchas cosas y la obra muchas más. El río no se detiene y las actuaciones,
tampoco. El río sigue en su recorrido eterno y nosotros también, pero con
muchas más emociones adentro nuestro y un universo de palabras mojadas, cálidas,
con acento correntino, con acento porteño, con nostalgia, con alegría, con
belleza, con dolor se quedan en nuestro espíritu y todo es nuevo aunque sea la
segunda vez que lo presenciamos.
¿Lo
que el río hace? Recordarnos que somos humanos y que solo la belleza y el arte
nos salvan de una vida que muchas veces quiere pasarnos por encima.
Y sí… Nadie
se baña dos veces en el mismo río, Heráclito, es cierto.
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