jueves, 2 de septiembre de 2010

Que lo Plath no quite lo Sexton.

Soy una ciega, soy una ciega, soy una ciega me repetí mil veces cuando me di cuenta que no la había visto nunca, que había pasado a su lado incontables veces, que la había intuido, que había llegado casi hasta tocar su puerta pero no lo traspasé. Soy una ciega porque por ver a Silvia Plath nunca vi a Anne Sexton.
Fueron compañeras de taller literario. Dicen las malas lenguas de la red, que competían por el mejor poema en sus sesiones como talleristas. Compartieron la misma suerte: el suicidio y tal vez un poco del mismo desequilibrio.
Hoy volví a pensar en Sexton, la que quedó opacada ante mí por la otra, la de los globos que revientan cuando termina la infancia.
Volví a pensar en Sexton y en un poema que me martilla en la cabeza:




The ballad of the lonely masturbator
La balada de la masturbadora solitaria

The end of the affair is always death.
She's my workshop. Slippery eye,
out of the tribe of myself my breath
finds you gone. I horrify
thouse who stand by. I am fed.
At night, alone, I marry the bed
Finger to finger, now she's mine.
She's not too far. She's my encounter.
I beat her like a bell. I recline
in the bower where you used to mount her.
You borrowed me on the flowered spread.
At night, alone, I marry the bed.

Take for instance this night, my love,
that every single couple puts together
with a joint overturning, beneath, above,
the abundant two on sponge an feather,
kneeling and pushing, head to head.
At night alone, I marry the bed.

Ibreak out of my body this way,
an annoying miracle. Could I
put the dream market on display?
I am spread out. I crucify.
My little plum is that you said.
At night, alone, I marry the bed.

Then my black-eyed rival came.
The lady of water, rising on the beach,
a piano at her fingertips, shame
on her lips and a flute's speech.
And I was the knock-kneed broom instead.
At night, alone, I marry the bed.

She took you the way a woman takes
a bargain dress off the rack
and I broke the way a stone breaks.
I give back your books and fishing tack.
Today's paper says that you are wed.
At night, alone, I marry the bed.

The boys an girls are one tonight.
They unbutton blouses. They unzip flies.
They take off shoes. They turn off the light.
The glimmering creatures are full of lies.
They are eating each other. They are overfed.
At night, alone, I marry the bed.

Al final del asunto siempre es la muerte.
Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,
fuera de la tribu de mí misma mi aliento
te echa en falta. Espanto
a los que están presentes. Estoy saciada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Dedo a dedo, ahora es mía.
No está tan lejos. Es mi encuentro.
La taño como a una campana. Me detengo
en la glorieta donde solías montarla.
Me hiciste tuya sobre el edredón floreado.
De noche, sola, me caso con la cama.

Toma, por ejemplo, esta noche, amor mío,
en la que cada pareja mezcla
con un revolcón conjunto, debajo, arriba,
el abundante par espuma y pluma,
hincándose y empujando, cabeza contra cabeza.
De noche, sola, me caso con la cama.

De esta forma escapo de mi cuerpo,
un milagro molesto, ¿Podría poner
en exibición el mercado de los sueños?
Me despliego. Crucifico.
Mi pequeña ciruela, la llamabas.
De noche, sola, me caso con la cama.

Entonces llegó mi rival de ojos oscuros.
La dama acuática, irguiéndos en la playa,
en la yema de los dedos un piano, vergüenza
en los labios y una voz de flauta.
Entretanto, yo pasé a ser la escoba usada.
De noche, sola, me caso con la cama.

Ella te agarró como una mujer agarra
un vestido de saldo de un estante
y yo me rompí como se rompen las piedras.
Te devuelvo tus libros y tu caña de pescar.
El periódico de hoy dice que os habéis casado.
De noche, sola, me caso con la cama.

Muchachos y muchachas son uno esta noche.
Se desabotonan blusas. Se bajan cremalleras.
Se quitan zapatos. Apagan la luz.
Las criaturas destellantes están llenas de mentiras.
Se comen mutuamente. Están más que saciadas.
De noche, sola, me caso con la cama.

Impactante.. Sexton se suicidó en el 74. Tal vez por este poema me quedé ciega, tal vez porque a la sociedad del norte, esa que es la más pura entre las puras, le había salido una hija que se masturbaba y lo confesaba en forma de poema. Una hija a la que había, si no que callar, al menos, bajarle un poco el volumen de su diatriba poética.
Es un poema-cachetada. Duele, perturba, dejá al descubierto una arista femenina que se quiere callar: que las mujeres también recurren a mecanismos de autoerotismo.
Nunca pierde el tono literario aunque es un tema escabroso. Comienza haciendo alusión a la muerte final y definitiva y a la otra, la que se da con cada orgasmo, la petit mort de los franceses, el momento de disolución total y de entrega hacia el infinito. Cuando el cuerpo deja de ser cuerpo y se hace parte de las estrellas que se agrupan en la vía láctea (De esta forma escapo de mi cuerpo,/un milagro molesto, ¿Podría poner/en exibición el mercado de los sueños?/Me despliego. Crucifico.). A esa muerte se refería y a la otra, la que llegó después; la que vino para salvarla de la soledad y la locura.
Más adelante, en el poema, dice: "y yo me rompí como se rompen las piedras". ¿Dónde, dónde quedó la mujer autosatisfecha, la que no necesita de nadie, la pétrea, la realizada, la que asumió su soledad? QUedó partida, frágil, sola, con el recuerdo de un marido que se cosificó (volviéndose cama) hasta cosificarla a ella: muerte, cuerpo, milagro,piedra, soledad.
La Sexton tan cambiante como un caleidoscopio y yo, ciega.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Jaime Sabines, salud.

Hoy decidí que quería escribir sobre la búsqueda que nunca termina. La búsqueda del amor teniendo al amor. La búsqueda del deseo sintiendo aún las brasas encendidas del que se está extinguiendo.
Es la historia del inconstante, del que sabe que nunca encontrará lo que busca porque lo que busca no existe. Sin embargo cree verlo en el brillo que se percibe en el fondo de los ojos de este amante, o escondido en la voz del próximo. Cree, supone, desea, espera que esté. Pero no está. Sabe que no está pero finge, disimula, se autoconvence...
Algunos somos así. Claro que no vamos a confesarlo fácilmente porque en el fondo, somos seres solitarios, abandonados, perdidos, que montamos el show para los demás o lo que es peor: para nosotros mismos.
En esta búsqueda que no termina nunca, nos vamos dejando el alma, las uñas, pedazos de corazón abandonado. Nos vamos mutilando cada vez más pero seguimos adelante, descoyunturados, rotos, quebrados, con menos ilusiones.
Nunca vamos a detenernos: lastimados y todo, heridos y todo, desahauciados y todo seguiremos buscando al que no existe porque es la búsqueda en sí misma, la esencia de nuestro ser.
No me pidas, entonces, que me quede.

martes, 31 de agosto de 2010

lunes, 30 de agosto de 2010

Oh corpore meo...

Hoy he decidido escribir sobre el cuerpo, si bien lo construyo de palabras no es ese, el metafórico al que me refiero; sino al real. El cuerpo que nos contiene, el que nos conecta y el que nos desconecta. Estuve escribiendo algunos tuits con eso: "No entiendo mi cuerpo sin el tuyo, me faltan extremidades; me sobran espacios", "Tu cuerpo estaba hecho de estrellas, el mío de sombras. Llegabas y todo era luz",
Estuve pensando largamente en esta entidad que es el cuerpo que nunca es de uno solo, que siempre es de dos o más, que toma su entera dimensión en la relación con el otro.
El cuerpo nos avergüenza o nos enorgullece, nos aplasta o nos expone. Somos cuerpos que se relacionan entre sí, que se repelen o se atraen.
El cuerpo es el sitio del tacto, del erotismo, el lugar de juegos, de sudores, de humedades, de aromas, de pequeños dolores causantes de placeres oscuros.
Pensaba justamente en eso. En el momento en que dos cuerpos se vuelven una sola entidad. En esa dimensión en que las leyes físicas se trastocan para que dos sean uno, para que uno sea infinito.
El cuerpo que goza es el mismo que sufre; el que se abre, es el mismo que rechaza, ignora mata.
Habla por sí mismo, dice lo que nuestras palabras callan, lo que nuestros ojos niegan, lo que nuestro deseo trasluce. Así, al menos es el mío.

domingo, 29 de agosto de 2010

Anoche, antes de cerrar los ojos y antes de Maresia, me dormí pensando en un poema que leí en mi época universitaria, cuando cursaba Literatura Francesa en la UNC. Cerré los ojos pensando en Victor Hugo y en Booz dormido. NO fue hasta hace un ratito que volví a recordar ese pensamiento y salí a la búsqueda del poema en la red para poder leerlo y saborearlo nuevamente. La mejor traducción que encontré, estaba en la página de un bloguero: Carlos Sánchez Sottosanto. Linda página.
Releí el poema varias veces, tal vez los años que pasaron desde que lo descubrí, me hicieron saborearlo como a un vino añejo y sabroso.
Qué me dio por ese poema ahora, no lo entiendo. Me detuve en la última parte:
"En tanto que él dormía, Rut, una Moabita,
con el seno desnudo a sus pies se acostó,
esperando no sé cuál inédito rayo,
cuando del alba viniera la imprevista luz.

Booz no sabía que una mujer allí estaba,
y Rut no sabía lo que Dios quería de ella.
Los penachos de asfódelos despedían perfumes;
la noche respiraba flotando en Galgalá.



La sombra era nupcial, augusta y solemne;
los ángeles volaban allí oscuramente,
y se veía pasar en la noche, a momentos,
algo azul, como si fuera un ala.

El respirar durmiente de Booz se mezclaba
con los sordos murmullos del arroyo en el musgo.
Y era aquel el mes cuando la natura es dulce,
las colinas con lirios sobre todas sus cumbres.

Ruth soñaba y Booz dormía; y la hierba era negra;
palpitaban muy suaves los cencerros de la tropa;
una inmensa bondad caía del firmamento;
una hora tranquila; los leones bebían.

En Ur y en Jerimádet todo estaba en reposo;
los astros esmaltaban el cielo hondo, umbrío;
la luna fina y clara entre flores de sombra
brillaba en Occidente, y Ruth se preguntaba,

inmóvil, entreabriendo los ojos bajo el velo,
qué dios, qué segador del inmortal estío,
tan negligentemente dejó caer al irse
esa hoz de oro en los campos de estrellas"

Qué hermosura, no? El poema es como una pintura. La noche de verano, el arroyo, la naturaleza, la quietud, la mujer que sueña y el hombre que duerme. De ellos nacería Jesús, con el tiempo. De ellos dos, una mujer joven y un hombre anciano se hablaría por siempre y lo desconocían en el momento crucial del encuentro. La última estrofa es sutil, delicada. El punto de vista no está fuera del poema, está dentro de Ruth, y podemos sentir su emoción, su miedo, su timidez. Es ella la que se pregunta quién ha abandonado una hoz, la luna, en un campo de estrellas. Ella es segadora, sabe de hoces, de espigas y relaciona lo que siente en ese moemento con su experiencia cotidiana...
Qué segador del inmortal estío o qué segador del eterno verano como, leí alguna vez, ha dejado abandonada su hoz de oro sobre un campo de estrellas...
Es tan simple la resolución del tema, es tan sencilla que emociona. Yo también quisiera ver algo azul en la noche como un ala y también quisiera que la luna se transformara, ante mis ojos, en una hoz dorada.

Vivir en maresia.

Sigo envuelta en la maresia. Espero que no me abandone nunca. Sigo pensando en ella. Si aspiro desde el corazón, creo que puedo sentir el aroma de la sal, el sonido del viento. Si agudizo mi tacto, creo que puedo sentir mis pies en la arena.
Extraño mundo este, extrañas casualidades, extraña forma de plantarnos en un universo que ni pensábamos y en el que todo se transforma a una velocidad vertiginosa.
Creo que estoy en el primer paso: el paso que me lleva a pensar en la maresia y en Maresia.
Quiero hacer algo, quiero comunicar algo, quiero poder hacer algo por otros. Sabido es que la poesía, que la literatura es más poderosa que la ignorancia que es, de todos los males humanos, el más nocivo, según creo. La ignorancia es peor que la guerra porque por ignorantes nos matamos unos a otros.
La ignorancia es no saber: no saber lo que el otro siente, lo que el otro espera, lo que el otro quiere, lo que el otro desconoce. Ojalá podamos apuntar primero a la ignorancia. Ojalá Maresia se levante en contra de ella usando como arma: las palabras y la belleza.

sábado, 28 de agosto de 2010

Maresia

Hoy, he aprendido una palabra nueva. Una palabra en portugués, maresia. "Maresía", si la escribo como la pronuncian en Sao Paulo. QUien me explicó su significado, Giselle Zamboni, me escribió: " no se si podré explicarte bien, pero intentaré...maresia es la brisa del mar, el aire de la región...aquel "profumo" de la sal,mar" y luego hablando me dijo: es una brisa que sale del mar y entra a la tierra.
Me pareció fantástica, fantástica. Habla de la sensación de tener el mar con nosotros siempre. Como esa bruma marina que nos recuerda que en el alma se producen las mismas mareas que en océano.
Una maresia que nos envuelve en plena ciudad y nos deja pensando en la arena, en las largas caminatas, en las conversaciones privadas con el mar.
QUiero vivir en maresia, en realidad. QUiero vivir en un estado de pensamiento que me lleve a estar en calma. Maresia en plena ciudad, maresia infinita.