Ramón, la pompa de jabón
"Ramón es una pompa de jabón y como toda burbuja debe cuidarse de
los tenedores y de las espinas de las rosas del jardín.
Ramón solo desea una cosa: llegar a la luna.
Es que la
ve tan redonda, tan brillante, tan burbuja…
que se enamoró de ella.
Todas
las noches, Ramón, la pompa de jabón, se sienta en la rama de un árbol. Y
durante muchas horas contempla a Bruna, la luna. Y... todo se vuelve mágico.
A veces, Bruna no aparecía por el cielo; era entonces cuando Ramón aprovechaba para crear un traje espacial que lo ayudara a ir a visitarla.
Luego de
mucho trabajo, al fin, terminó su traje.
Se ajustó el cinturón en su redonda cintura, se calzó la escafandra y….
Nada… El traje era tan pesado que no pudo elevarse ni un centímetro del suelo.
Esa noche
lloró lágrimas redondas mientras dibujaba circulitos con el dedo gordo del pie
en el suelo.
"Nunca estaré cerca de Bruna" pensó lleno de tristeza entre lágrimas y suspiros que hacían volutas antes de desaparecer.
En esas angustias estaba
cuando miró al cielo y descubrió que Bruna,
redonda y brillante se acercaba…
Se
restregó los ojos para quitarse el espejismo de las pupilas pero vio lo mismo:
¡Bruna se acercaba! ¡Bruna se acercaba! Pero... ¿Dos Brunas? ¿Dos lunas?
Observó detenidamente, con el corazón girándole en el pecho y no... Bruna seguía allá alta y lejana, brillante y hermosa. Y en el silencio de la distancia, cuando deseaba más que nunca llegar hasta su amor circular, escuchó una voz:
-¡Hola,
soy Maruja, la burbuja!-, Dijo la pompa
que surgió tan blanca y brillante como Bruna, pero cercana y dulce como una
mañana de primavera. ¡Era a ella a quien había visto! Era tan
hermosa… Una burbuja auténtica y tan junto a él… Si no le decía algo pronto iba
a estallar de la emoción así que tomó valor y tartamudeó:
-Yo... Yo... Soy... Soy... Ramón, la Pompa de jabón,- dijo tratando de cerrar su boca abierta como una O mayúscula.
Fue
entonces que Maruja le sonrió aún más y Ramón supo que el mundo no era nada sin
ella y que todas las lunas de todas las noches perdían su belleza ante esos
ojos redondos y casi transparentes.
Maruja, la burbuja y Ramón, la pompa de jabón se tomaron de la mano.
Y fue
entonces que miles de corazones aburbujados, redondeados y leves como una pluma flotaron hasta el cielo y se quedaron
haciéndole compañía a Bruna, la luna, que sonreía feliz en su sillón de noche
salpicado de estrellas…