La noche es una mujer. Una mujer de cabellos
negros, de mirada de luna y canta con la voz de Marta Gómez. Ayer, 05 de junio
de 2019, la noche fue más noche y más mujer que nunca porque Marta cantó en la
sala Margarita Xirgu del Espacio Untref, Ciudad de Buenos Aires.
Lámparas tenues, alguna lucecita tímida, dos
copas de vino, un bajo, algunas guitarras y la sensación de que a la música le
nacían dedos y me acariciaba, palpaba cada segmento de mi alma y se me clavaba
en el corazón al igual que una estaca, como una dulce herida.
El escenario nos ilusionaba con la magia de que
la sala de una casa de músicos apenas vislumbrada se abría ante mis ojos y
éramos parte del proceso creativo mostrado en toda su plenitud: Andrés
Rotmistrovsky y ella y otros amigos nos permitían un doble juego que consistía
en ver un espectáculo que era un encuentro entre artistas que preparaba un
espectáculo. Como una cinta de Moebius, como la mezcla de la realidad y la ficción,
como es el arte: innovador, creativo, emocionante.
Rodrigo Carazo llegó invitado y nuevos sonidos
se incorporaron, pero siempre suaves, sutiles, dulces; eran secretos susurrados
solamente para que yo los interpretara.
No faltaron referencias a Rubén Darío, Federico
García Lorca, Spinetta, Drexler, Piero, Javier Ruibal, Luis y Pedro Pastor,
Pedro Guerra. Todos ellos estuvieron presentes en una ausencia llena de
sonidos. “Canción del naranjo seco”, “Para la guerra, nada”, “Ritualitos”, “La
noche que me quieras”, “Plegaria para un niño dormido”, “Tu nombre” fueron desnudándose
ante nosotros durante una hora y media y enredándose en las emociones de todos
y asentándose sobre mi piel.
Así fue. Parece cuento, pero así fue. Anoche,
en San Telmo, la noche se transfiguró en mujer y bajó a cantarnos. La noche
entera era Marta Gómez.