Todo el
mundo sabe que Buenos Aires es húmeda y que además, una noche húmeda en Buenos
Aires, en otoño, luego de una lluvia finita de tres días, caminar por la calle
es una experiencia pegajosa. Así estaba la noche del 27 de abril de 2019 cuando
en el Teatro Ópera se presentaba Bacilos.
Primera vez
en 20 años dijo Jorge Villamizar y justo fue en medio de la humedad porteña. El
teatro estaba tímido, la gente se iba acomodando sin demasiado entusiasmo. Todo
muy serio, muy tranquilo, demasiado Río de la Plata pensé.
Unos
muchachos rosarinos tuvieron la difícil tarea de lograr que los espectadores se
empezaran a mover. Difícil tarea. Una banda que se llama Indios de Acá y lo hicieron bien, rompieron el hielo, el glaciar,
que el sopor húmedo de la sala transformaba en infierno por momentos.
Ante los
primeros acordes de Pasos de Gigante la cosa se puso buena, un señor bailaba
por aquí, unas chicas se movían por allá. El público comenzaba a aplaudir, a
seguir el ritmo, a dejarse seducir por los tres bacilos que se metían en el
cuerpo como una musical enfermedad.
Las
canciones siguieron: Perderme contigo, Por hacerme el bueno, Tabaco y Chanel,
Guerras Perdidas, Solo un minuto…. Y el ambiente se iba poniendo de fiesta y ya
la gente se paraba y bailaba y cantaba y tarareaba si no la sabía. Y no querían
que Bacilos se fuese: otra, una más, oh-oh-oh-oh-ohooooo, vuelvan… Y ellos
volvían. Dos veces volvieron y cantaron hasta que se les acabaron las canciones
y empezaron a repetir…
Qué les diré,
por algún sortilegio musical embebido en aguardiente, la humedad se volvió sonidos y hasta comencé a
pensar que entraba un vientecito del Caribe por algún lado, una brisa que nos
llevaba a caminar por la playa bajo la cara blanca de la luna.
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