martes, 19 de enero de 2016

El hombre de los cabellos de luna

Cuando conocí a Don Luis Pastor y a su familia, escribí esto:
Conocí al hombre en cuyos cabellos se durmió la luna y también conocí a la hechicera del fuego, que al verla, se enamoró de ella y se escondió en su pecho para habitarla: mujer de pies descalzos y manos cálidas. Conocí, además, a la voz del viento entre las cañas que canta sus canciones con el corazón como guitarra. Ellos son los Pastor: Luis Pastor, Lourdes Guerra Mansito y Pedro Pastor Guerra. Y escribí:
Si la música viviera en algún lado sería bajo el techo de su casa. Si la palabra cambiara de vestido sería en la garganta de estos pastores de metáforas.
El hombre en cuyos cabellos se durmió la luna tiene los ojos de nube y la boca de clavel. Rojo clavel de la denuncia, solitario clavel de la nostalgia.
No hay tarde de sol ni noche oscura que no sea un milagro de la vida cuando hablan con sonidos sin palabras, acarician con acordes de guitarra y bailan con la inocencia dulce de las olas que viajan.
Canta, Guardián de la luna dormida que bajó a besarte y se quedó en tu pelo; canta, Hechicera del fuego que sigue hipnotizado en tu cintura; canta, Voz azul de viento que se mece en las cañas de tu cuerpo y nos besa en la frente cuando pasa. Porque mientras canten, Pastores de Ilusiones, las noches serán más limpias, la risa será más fuerte y no habrá lugar para las lágrimas.

Conocí al hombre en cuyos cabellos se durmió la luna. Yo misma, con los ojos brillantes de emociones, descubrí cuando pasaba: una sombra de eclipse la cubría y la luna del cielo descolgada, se mecía en la plata de su pelo, acurrucada por sus dulces nanas. Y me dije en un susurro leve y quedo con las pupilas eclipsadas: “conocí al Pastor de luna y cielo, a la Embelezadora de palabras, al niño dulce de la voz de nácar”.

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