Hoy caminé bajo la lluvia. Fue como si el tiempo estuviera discurriendo en dos dimensiones: abajo de mi paraguas, mis auriculares, mi música -Lisandro Aristimuño- y mis pensamientos. Y en la otra dimensión, el mundo, la gente a la que no podía escuchar, que caminaba en otra dirección, en cámara lenta. La lluvia nos igualaba a todos con su capa de mercurio y yo trataba de ver en las caras alguna señal que me dijera: estás en casa.
Por supuesto que no estoy en casa, estoy a miles y miles de kilómetros de las sudestadas invernales que enloquecen las aguas del Río de la Plata, estoy a kilómetros y kilómetros de los charcos escondidos en el césped de una plaza de campo y que cuando se sienten, es demasiado tarde, el agua ya entró a los zapatos, a las medias y sube por la tela de los pantalones.
Qué lejos estoy de mi lluvia conocida, la que de desborda en pasión de truenos y relámpagos como en un orgasmo infinito de luces y de ruidos. Esa lluvia. Mi lluvia. Por eso tomo de mi memoria a Juan Gelman y lo pongo entre mis palabras, porque esta lluvia que él mira mientras piensa en su vecino y en la mujer de su vecino y en el amor que es una cosa pero escribirlo otra; esta lluvia de Gelman es también mi lluvia:
Lluvia
hoy llueve mucho, mucho,
y pareciera que están lavando el mundo
mi vecino de al lado mira la lluvia
y piensa escribir una carta de amor/
una carta a la mujer que vive con él
y le cocina y le lava la ropa y hace el amor con él
y se parece a su sombra/
mi vecino nunca le dice palabras de amor a la
mujer/
entra a la casa por la ventana y no por la puerta/
por una puerta se entra a muchos sitios/
al trabajo, al cuartel, a la cárcel,
a todos los edificios del mundo/ pero no al mundo/
ni a una mujer/ni al alma/
es decir/a ese cajón o nave o lluvia que llamamos así/
como hoy/que llueve mucho/
y me cuesta escribir la palabra amor/
porque el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa/
y sólo el alma sabe dónde las dos se encuentran/
y cuándo/y cómo/
pero el alma qué puede explicar/
por eso mi vecino tiene tormentas en la boca/
palabras que naufragan/
palabras que no saben que hay sol porque nacen y
mueren la misma noche en que amó/
y dejan cartas en el pensamiento que él nunca
escribirá/
como el silencio que hay entre dos rosas/
o como yo/que escribo palabras para volver
a mi vecino que mira la lluvia/
a la lluvia/
a mi corazón desterrado/
¿Qué agregaré a esta humedad que de pronto me empapó el alma? ¿Qué diré de las gotas que caen del poema directamente a mi corazón? ¿Qué diré de este chaparrón de sentimientos? si yo también tengo tormentas en la boca y el corazón desterrado...
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