Estuve en el mar. En la playa. Disfruté pensando en la eternidad del océano. El mar ha fascinado a generaciones de poetas, de escritores, de músicos, de artistas...
Ulises Adsuara, el personaje principal de una novela de Manuel Vincent que se llama Son de Mar, se va a pescar el primer atún de la temporada, en un bote, casi sin saber navegar. Tarda 10 años en regresar y cuando vuelve, luego de saciarse de la hembra caprichosa que representa para él la mar, fascinado, cansado y nuevo, retorna a la isla de la que partió. Ya no es el mismo, ni el color de sus ojos es el mismo y es ahí cuando confiesa que se fue a buscar lo que siempre tuvo a su lado: su mujer Martina.
El mar lo hipnotizó, como a tantos antes que a él, como a tantos después que a él.
Estuve en el mar. Hoy. También sentí el implacable deseo de navegarlo, de perderme en las olas sin tiempo y sin destino fijo.
El mar es como yo: que soy variable; que nunca me detengo; que estoy en constante devenir; que no puedo pensar si quiera en lo cotidiano; que me guío por la luna, por el instinto, por el capricho; que pago caro, a veces, como el mar cuando lo limitan con paredones, todos mis excesos.
POdría citar a miles de poetas, narradores, dramaturgos, ensayistas que le escriben al mar. Hago un corte en todo ese inmenso universo de palabras y cito a Borges:
"Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina"
Este poema es tan melancólico, es tan en carne viva. El poeta sabe que solamente le queda la posibilidad de la tristeza y la acepta. Las horas son largas, la vida es corta. Espera vivir por instantes porque un instante es más diverso, dice él, que la profundidad del mar.
Sólo le queda la tristeza y la muerte. POrque está más triste desde que ella apareció en su vida y se fue, porque está más triste desde que entendió que la vida podía ser otra cosa...
La tristeza y la muerte y el mar que es otra muerte que lo salva del amor. Es tanta la angustia, es tanto el dolor, que el amor se vuelve una amenaza, un sentimiento que debe ser suprimido porque no hay otra salida. El amor que es maravilloso se vuelve un espanto, un sufrimiento que solo puede ser acallado con algo más espantoso aún: la muerte que es otro mar, transfigurado, aparentemente idéntico al que conocemos pero diametralmente opuesto. No es diverso, es oscuro,lúgubre, sin amor pero tan inquieto y eterno como el otro: el luminoso, el diverso, el que está en el mundo como una cosa más.
Hoy estuve en el mar. En la playa y creí escuchar por un momento, cuando en un segundo el resto de los sonidos se apagó, la voz de Machado, frente a un mar que lo miraba con ojos de extranjero:
"Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar."
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