domingo, 17 de noviembre de 2024

Pompeyo Audivert, hecho de la misma materia que los sueños.




 ¿Cómo será, me pregunto, llevar a Shakespeare anclado en el pensamiento? Eso, me parece, que debe ocurrirle a Pompeyo Audivert, el asombroso y magnético actor, director, dramaturgo que interpreta "Habitación Macbeth". Imagino que debe haber otra voz susurrando en su cabeza los secretos más profundos de los hombres, del hombre, del ser.

Si no es así no me explico cómo puede hacer lo que hace, cómo puede interpretar a 8 o 9 personajes  -perdí la cuenta- en calzas y en blusón que parece un jubón y que parece que tuvo mejores épocas. Pero de eso se trata, creo. 

Más allá de lo despojado del escenario, de lo humilde del vestuario; allí, ayer 15 de noviembre de 2024 en el teatro Metropolitan pasaron muchas cosas. Muchísimas. Desde el espectador que criticaba por lo bajito durante los primeros 10 minutos y que luego quedó mudo -de impresión y de emoción, intuyo- pasando por reconocernos "entre las sombras" como espectadores invitados a un escenario que era más allá del físico porque  era un escenario de la vida hasta el momento en que se encendieron las luces y Lady Macbeth se desvaneció en tules, lágrimas y locura y Macbeth fue condenado a nacer otra vez y a dudar otra vez y a temer otra vez cuando la representación comience mañana y mañana y mañana...

Un violoncello, recursos teatrales inesperados y perfectamente bien ejecutados, volvieron una obra antigua en un espectáculo nuevo, original, moderno, único.

Nunca vi un representación así. Nunca vi un despliegue actoral  como el de Pompeyo Audivert, tan preciso, interesante, intenso, impiadoso poderoso, evocador, vulnerante y tierno, emotivo, sutil a la vez. Fue más de una hora y media de yuxtaposiciones, contraposiciones, idas y vueltas que llevaban a mi alma en un viaje por el tiempo, por las emociones, por el parlamento que conocía de antemano pero que desconocí por completo. Y lo redescubrí y me emocionó.

Cuando salimos del teatro, el público casi no hablaba o lo hacía muy bajito para no romper el rito al que habíamos asistido, hubiera sido un sacrilegio preguntarnos en ese momento si comíamos pizza enfrente o caminábamos tres cuadras. Estábamos transformados.

Asistir a Habitación Macbeth fue una experiencia inolvidable que quiero volver a vivir.  Tal vez me acompañe a convertirme en mejor persona porque definitivamente se necesita de más Pompeyo, más Shakespeare y más teatro para volver a tener el corazón un poco más blanco.

Quiero volver a tener un poco de Shakespeare en mi cabeza, acercarme un poquito más a estar hecha de la misma materia que los sueños como está hecho Pompeyo...