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jueves, 23 de junio de 2011

Sigo siendo la mitad de una frase.

Terminé de leer un libro hermoso. Tan hermoso como la luz dorada de una puesta de sol, tan hermoso como el aire limpio luego de un chaparrón vespertino, tan hermoso como la negra inmensidad de la noche.

Se llama UNA NOCHE SIN LUNA, de DAI SIJIE, escritor chino que escribe en francés. Durante los pocos días que me acompañó este libro a todos lados, fui volviendo a la belleza de los idiomas, de las palabras, de los significados. Fui metiéndome en un intrincado laberinto de poesía que me deslumbraba en cada página. El argumento es muy simple: la búsqueda de la mitad de un sutra budista extraviado,  escrito en tumchuq, una lengua muerta de un reino desaparecido y el triste destino de un padre y un hijo que buscan esa mitad perdida durante toda su vida compartiendo el mismo final.

Simple.

Tan simple que el desenlace  me dejó sin aliento  y una indescriptible oleada de belleza  me traspasó inundándome de luz. Llevándome a mil reflexiones diferentes, desencadenando en mí un juego de asociaciones delicadas como las mariposas cuyas alas están adornadas por una forma de pico de pájaro llamada tumchuq.

Y Así leí: Lo que viví en esa época me hizo mucho bien. ¿No existe en una vida más que un solo y único amor? ¡Todos nuestros amantes, del primero al último, incluido el más efímero, forman parte de ese amor único y cada uno no es más que un aspecto, una variante, una versión particular de él? Del mismo modo que en la literatura no hay más que una sola obra maestra, a la que los diferentes escritores […] dan una forma particular.

¿Es esto la vida? ¿Una homogénea interconexión de hechos y lugares? ¿Todos somos segmentos de un mismo tapiz, único, bordado ya por el destino? ¿Soy la misma siempre o soy diversas versiones de mi misma? o lo que es más complejo: ¿soy la misma siempre o soy diferentes versiones de mujeres que tienen un mismo destino?… ¿Qué soy entonces, quién soy? ¿Hasta dónde decido mi vida?  Así seguí pensando y experimentando una gama sutil de emociones que coexistieron en mí durante muchas horas. Quizá todos seamos la mitad de un sutra que forma parte de un todo inmenso, monumental, eterno que no podemos abarcar y que nos dejará siempre con esta parte incompleta de nosotros mismos esperando que alguien la finalice, la cure, la complete, la singularice y le devuelva su significado completo.

Aquí sigo mientras tanto con la mitad de las frases que me tocó en suerte. Quizá  la otra mitad que complete mi sentido aún está perdida o ni siquiera es consciente de que solo existirá a mi lado. Mientras tanto, me sigo sintiendo como ese barquito que según la novela: avanza, se pierde y sigue avanzando en un inmenso océano y yo agrego, que se denomina vida.