martes, 26 de agosto de 2014

Ramón, la pompa de jabón

La luna es un leit motiv en mi vida, en mi escritura y sobre todo, en los textos que me gusta leer. Me gusta leer sobre la luna, saborear su color y disfrutar de su sonido. Yo también creo, como Sabines, que se puede tomar a cucharadas; sin embargo, en esta oportunidad no nos la vamos a comer. Este texto nació de un juego con Enna Lucía, mi hija. Ella fue prácticamente la que creó la historia, yo solo le di forma.

Ramón, la pompa de jabón
"Ramón es una pompa de jabón y como toda burbuja debe cuidarse de los tenedores y de las espinas de las rosas del jardín.
Ramón solo desea una cosa: llegar a la luna.
Es que la ve tan redonda, tan brillante, tan burbuja…  que se enamoró de ella.
Todas las  noches, Ramón, la pompa de jabón, se sienta en la rama de un árbol. Y durante muchas horas contempla a Bruna, la luna. Y... todo se vuelve mágico.

A veces, Bruna no aparecía  por el cielo; era entonces cuando Ramón aprovechaba para crear un traje espacial que lo ayudara a ir a visitarla.
Luego de mucho trabajo, al fin, terminó su traje.  Se ajustó el cinturón en su redonda cintura, se calzó la escafandra y…. Nada… El traje era tan pesado que no pudo elevarse  ni un centímetro del suelo.
Esa noche lloró lágrimas redondas mientras dibujaba circulitos con el dedo gordo del pie en el suelo.

"Nunca estaré cerca de Bruna" pensó lleno de tristeza entre  lágrimas y suspiros que hacían volutas  antes de desaparecer.

En esas angustias estaba cuando miró al cielo y descubrió que Bruna, redonda y brillante se acercaba…
Se restregó los ojos para quitarse el espejismo de las pupilas pero vio lo mismo: ¡Bruna se acercaba! ¡Bruna se acercaba! Pero... ¿Dos Brunas? ¿Dos lunas?

Observó detenidamente, con el corazón girándole en el pecho y no...  Bruna seguía allá alta y lejana, brillante y hermosa. 
Y en el silencio  de la distancia, cuando deseaba más que nunca llegar hasta su amor circular, escuchó una voz:
-¡Hola, soy Maruja, la burbuja!-,  Dijo la pompa que surgió tan blanca y brillante como Bruna, pero cercana y dulce como una mañana de primavera. ¡Era a ella a quien había visto! Era tan hermosa… Una burbuja auténtica y tan junto a él… Si no le decía algo pronto iba a estallar de la emoción así que tomó valor y tartamudeó:

-Yo... Yo... Soy... Soy... Ramón, la Pompa de jabón,- dijo tratando de cerrar su boca abierta como una O mayúscula.

Fue entonces que Maruja le sonrió aún más y Ramón supo que el mundo no era nada sin ella y que todas las lunas de todas las noches perdían su belleza ante esos ojos redondos y casi transparentes.

Maruja, la burbuja y Ramón, la pompa de jabón se tomaron de la mano.


Y fue entonces que miles de corazones aburbujados, redondeados y leves como una pluma  flotaron hasta el cielo y se quedaron haciéndole compañía a Bruna, la luna, que sonreía feliz en su sillón de noche salpicado de estrellas…

domingo, 10 de agosto de 2014

Miserere, illi, Deus.

¿Por qué escribo? ¿Será un acto desesperado para ordenar mis ideas, un placer privado y vano, inocuo e inútil? No tengo ganas de pensar en eso. Solo escribo. ¿Vanidad? ¿Soberbia?

Más allá de escribir técnicamente bien o mal, la escritura me salva. Siempre lo hizo, desde mis poemas de adolescencia, que por fortuna se los comió el tiempo y los desapareció el destino.
Soy un ser inquieto. Me gusta el viaje, la ruta, el cambio, el desafío, el descubrimiento permanente. La escritura me permite viajar por mi propio cerebro. Se abren las autopistas de las ideas y me pierdo. Mucho de lo que escribo es descartado, olvidado o transformado.

Escribir salva. Leer salva. Pero a veces duele. Comprender más allá de las cosas es doloroso. No ser capaz de conformarse con lo que simplemente se ve... Querer ir detrás, ver el mecanismo, conocer los pormenores y pensar...  Escribir duele, entonces. Mucho.

Un escritor es el que se sobrepone al dolor permanente, el que vive en un círculo de dolor eterno. ¿Cómo va a comulgar con el mundo? No puede. No puede perdonar al mundo y describirlo: tiene que sufrirlo, padecerlo, llorarlo, cagarlo... Si no su esencia no sirve, su naturaleza no sirve, su escritura es un adorno snob.

Pobrecitos los escritores... Pobres, pobres; a las letras las escriben con sangre y con angustia.

Pobres. Dios y la noche se apiaden de sus almas.