domingo, 5 de septiembre de 2010

De Freud y otros demonios.

Me puse a pensar en todo lo que he perdido y es tanto... Es un pensamiento universal, el hombre está hecho de pérdidas y sufre por eso. Pierde afectos, pierde objetos, pierde trenes, pierde amores, pierde el tiempo. Pérdida, pérdida, pérdida. No conozco a nadie que pueda decirme que no ha perdido nada nunca, tal vez hemos nacido para perder.
La primera pérdida de la que hace acuso de recibo la Literatura es la pérdida de la niñez.Alicia en el País de las Maravillas, Peter Pan, La torre sin fin de Silvina Ocampo, Morir en Agosto de Javier Martín son ejemplos de esta situación traumática que vivimos todos y que nos afecta más o menos de acuerdo con las ganas de beberse la vida que se tenga. Cortázar toca este tema en varios de sus cuentos, en Final de juego o en Bestiario,por ejemplo. Estos niños se enfrentan al mundo tal cual es: crudo, cruel, impune y deciden actuar en él. El hecho de actuar los convierte en adultos. Actuar sabiendo las consecuencias, actuar conociendo los riesgos; la niña que dice que el tigre está en un lugar cuando está en otro, sabe lo que está haciendo, lo hace a sabiendas, para salvar a su amiga, para liberarla de esa bestia infinitamente más cruel que el tigre. En Final de Juego, la niña que acepta que el mundo es una mierda cruel, es una niña que se transforma en adulta tan rápidamente como el tren que ve pasar. Fue introducida con dolor al mundo de los grandes y entiende que eso le espera para toda la vida.
La pérdida de la niñez es una pérdida que echamos de menos de adultos, cuando muchos descubren que no se han recuperado, que toda la cadena de errores que vino después se originó allí. Freud, querido, ¡Qué sería de ellos sin vos!
Otra pérdida es la de la virginidad. Es un momento trascendental que nos marca para siempre, que nos ubica en determinado lugar. Entendemos la vida a partir de allí. Somos seres sexuales, sensuales, carnales, eróticos, genitales, animales de deseo, bestias de lujuria, entidades instintivas...
Nuestra vida adulta está cimentada sobre el sexo. La sacrificada Emma Zunz de Borges, las incómodas descripciones de las virgnidades perdidas en El Anatomista de Federico Andahazzi, la Cándida Eréndira y su abuela desalmada son terribles y tristes historias que tocan el tema desde su aristas filosóficas, prácticas o crueles. Lo cierto es que la perdemos y desde allí nos plantamos en la vida de tal o cual manera. ¡Marche con otra sesión, don Freud!
La pérdida de los afectos, de los padres, de los hermanos, de los hijos, en manos de la muerte maldita seas, te llevaste a la mi vieja, como diría el Arcipreste o como encararía Jorge Manrique es una pérdida que me causa tanto vértigo que no quiero ni comentarla.
La pérdida de la juventud, la pérdida del dinero y del estatus a manos de la Fortura ocupan también varios miles de tomos de la literatura, desde el carpe diem en adelante.
Y hablando de pérdidas... ya perdí el interés en enumerar las perdidas. Mñana serpa otro día, diría Scarlett O'Hara y me quedo con ese pensamiento...

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