lunes, 30 de agosto de 2010

Oh corpore meo...

Hoy he decidido escribir sobre el cuerpo, si bien lo construyo de palabras no es ese, el metafórico al que me refiero; sino al real. El cuerpo que nos contiene, el que nos conecta y el que nos desconecta. Estuve escribiendo algunos tuits con eso: "No entiendo mi cuerpo sin el tuyo, me faltan extremidades; me sobran espacios", "Tu cuerpo estaba hecho de estrellas, el mío de sombras. Llegabas y todo era luz",
Estuve pensando largamente en esta entidad que es el cuerpo que nunca es de uno solo, que siempre es de dos o más, que toma su entera dimensión en la relación con el otro.
El cuerpo nos avergüenza o nos enorgullece, nos aplasta o nos expone. Somos cuerpos que se relacionan entre sí, que se repelen o se atraen.
El cuerpo es el sitio del tacto, del erotismo, el lugar de juegos, de sudores, de humedades, de aromas, de pequeños dolores causantes de placeres oscuros.
Pensaba justamente en eso. En el momento en que dos cuerpos se vuelven una sola entidad. En esa dimensión en que las leyes físicas se trastocan para que dos sean uno, para que uno sea infinito.
El cuerpo que goza es el mismo que sufre; el que se abre, es el mismo que rechaza, ignora mata.
Habla por sí mismo, dice lo que nuestras palabras callan, lo que nuestros ojos niegan, lo que nuestro deseo trasluce. Así, al menos es el mío.

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