domingo, 29 de agosto de 2010

Anoche, antes de cerrar los ojos y antes de Maresia, me dormí pensando en un poema que leí en mi época universitaria, cuando cursaba Literatura Francesa en la UNC. Cerré los ojos pensando en Victor Hugo y en Booz dormido. NO fue hasta hace un ratito que volví a recordar ese pensamiento y salí a la búsqueda del poema en la red para poder leerlo y saborearlo nuevamente. La mejor traducción que encontré, estaba en la página de un bloguero: Carlos Sánchez Sottosanto. Linda página.
Releí el poema varias veces, tal vez los años que pasaron desde que lo descubrí, me hicieron saborearlo como a un vino añejo y sabroso.
Qué me dio por ese poema ahora, no lo entiendo. Me detuve en la última parte:
"En tanto que él dormía, Rut, una Moabita,
con el seno desnudo a sus pies se acostó,
esperando no sé cuál inédito rayo,
cuando del alba viniera la imprevista luz.

Booz no sabía que una mujer allí estaba,
y Rut no sabía lo que Dios quería de ella.
Los penachos de asfódelos despedían perfumes;
la noche respiraba flotando en Galgalá.



La sombra era nupcial, augusta y solemne;
los ángeles volaban allí oscuramente,
y se veía pasar en la noche, a momentos,
algo azul, como si fuera un ala.

El respirar durmiente de Booz se mezclaba
con los sordos murmullos del arroyo en el musgo.
Y era aquel el mes cuando la natura es dulce,
las colinas con lirios sobre todas sus cumbres.

Ruth soñaba y Booz dormía; y la hierba era negra;
palpitaban muy suaves los cencerros de la tropa;
una inmensa bondad caía del firmamento;
una hora tranquila; los leones bebían.

En Ur y en Jerimádet todo estaba en reposo;
los astros esmaltaban el cielo hondo, umbrío;
la luna fina y clara entre flores de sombra
brillaba en Occidente, y Ruth se preguntaba,

inmóvil, entreabriendo los ojos bajo el velo,
qué dios, qué segador del inmortal estío,
tan negligentemente dejó caer al irse
esa hoz de oro en los campos de estrellas"

Qué hermosura, no? El poema es como una pintura. La noche de verano, el arroyo, la naturaleza, la quietud, la mujer que sueña y el hombre que duerme. De ellos nacería Jesús, con el tiempo. De ellos dos, una mujer joven y un hombre anciano se hablaría por siempre y lo desconocían en el momento crucial del encuentro. La última estrofa es sutil, delicada. El punto de vista no está fuera del poema, está dentro de Ruth, y podemos sentir su emoción, su miedo, su timidez. Es ella la que se pregunta quién ha abandonado una hoz, la luna, en un campo de estrellas. Ella es segadora, sabe de hoces, de espigas y relaciona lo que siente en ese moemento con su experiencia cotidiana...
Qué segador del inmortal estío o qué segador del eterno verano como, leí alguna vez, ha dejado abandonada su hoz de oro sobre un campo de estrellas...
Es tan simple la resolución del tema, es tan sencilla que emociona. Yo también quisiera ver algo azul en la noche como un ala y también quisiera que la luna se transformara, ante mis ojos, en una hoz dorada.

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