lunes, 8 de noviembre de 2010

Identidades y lunas…

¿Quién soy, quiénes somos, qué somos…? Preguntas que nos hacemos una y otra vez muchas veces en la vida. Quién soy…  Si lo pienso rigurosamente debo decir que no tengo mucha idea de quién soy. Y en este pensar, en este devenir, un verso giraba solito en mi cabeza: “soy; no podrán escaparse”. A simple viste es un verso que no dice absolutamente nada y que puede referirse a cualquier cosa. ´Sin embargo, yo sabía exactamente a qué se refería y por eso lo repetí varias veces, lo degusté como un mantra, lo reproduje sílaba a silaba durante varios días.

Es un verso de Bodas de Sangre, la magnifica tragedia de Federico García Lorca. Magnífica, absoluta, reveladora, conmovedora, atroz y mil adjetivos más que podría ir desgranando en un vano intento de lograr definirla. Tomé el verso del momento en que los amantes son perseguidos por el novio. Leonardo y la novia escapan pero la luna se opone a esa escapatoria, está sedienta de sangre, necesitada de venganza y desde su posición de observadora omnipotente va a facilitarle el trabajo a los perseguidores iluminando con toda su intensidad.

Lo que me gusta de esta luna es que sabe quién es. Sabe cuál es su plan. Sabe qué es lo que quiere. Es la luna, la que señorea en la noche, la que manda en las criaturas oscuras, la que devela lo que está escondido, la encargada de que el destino se cumpla inevitablemente, definitivo como todo destino. No pretende suavizar su labor, no pretende atenuar su obligación: sabe quién es y quiere muerte, sabe quién es y quiere sangre, sabe quién es y busca venganza.

Comienza con su firme declaración de principios, con su autodefinición. Deja en claro además su objetivo principal:

Cisne redondo en el río,
ojo de las catedrales,
alba fingida en las hojas
soy; ¡no podrán escaparse!

¿Quién se oculta? ¿Quién solloza
por la maleza del valle?

Los lectores, los espectadores, se enteran con angustia luego de estos cuatro versos cuál es el triste desempeño que tendrá la luna-muerte en las acciones que siguen. Ante la luna nadie puede esconderse. Ella  será la entregadora, la verduga del hacha, tomará esa forma: de hoz, de cuchilla, de machete, de sable curvo… Su destino es trillar, segar, cortar, herir, derramar sangre.

La luna deja un cuchillo
abandonado en el aire,
que siendo acecho de plomo
quiere ser dolor de sangre.

Deberíamos sentir recelo por esta luna asesina, sin embargo, la sensación es otra: nos apena. Nos apena por su soledad, por su angustia y porque ha aceptado su destino. A ella le toca ese papel en le vida de los amantes, quiere justificarse pero no quiere evadir su trabajo. La justificación es el frío, la necesidad de calentar su cuerpo con sangre tibia, con el calor de los cuerpos que se abren a la muerte, es ella la que tiene frío pero será ella la encargada de robarles el calor a los cuerpos de los hombres robustos y jóvenes que tiene que tomar esa noche.


¡Dejadme entrar! ¡Vengo helada
por paredes y cristales!
¡Abrid tejados y pechos
donde pueda calentarme!
¡Tengo frío! Mis cenizas
de soñolientos metales
buscan la cresta del fuego
por los montes y las calles.
Pero me lleva la nieve
sobre su espalda de jaspe,
y me anega, dura y fría,
el agua de los estanques.
Pues esta noche tendrán
mis mejillas roja sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire.

LUego de su justificación, de dejar en claro que ese es su destino y que nadie puede escapar de él, sentencia. Sentencia con el poder de un juez implacable, de una fuerza que no puede detenerse jamás, que es impelida a actuar.

¡No haya sombra ni emboscada.
que no puedan escaparse!
¡Que quiero entrar en un pecho
para poder calentarme!
¡Un corazón para mí!
¡Caliente!, que se derrame
por los montes de mi pecho;
dejadme entrar, ¡ay, dejadme! (A las ramas.)
No quiero sombras. Mis rayos
han de entrar en todas partes,
y haya en los troncos oscuros
un rumor de claridades,
para que esta noche tengan
mis mejillas dulce sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire.
¿Quién se oculta? ¡Afuera digo!
¡No! ¡No podrán escaparse!
Yo haré lucir al caballo
una fiebre de diamante.

Y así, implacable, definitiva, toma los corazones que se derraman en sus manos, entra en dos pechos que la reciben porque el destino así lo quiso, porque el amor así lo condenó y no hay nada que hacer. La venganza, la sangre, la muerte, la noche definitiva cayó sobre los personajes.

Y en todo esto, hay algo que sigue fascinándome: la luna sabía quién era, conocía su destino, entendía su función en el drama  y lo aceptó. Ella conocía su identidad… Quién fuera esa luna que es, que sabe, que está, que acepta, que actúa, que se presenta tal cual es, sin velos, sin caretas, sin disfraces.

¿Quién soy, qué soy, qué quiero? Tal vez debería convertirme en luna para llegar a entenderlo…

jueves, 28 de octubre de 2010

Los que no saben de la enfermedad de Dios.

Hoy no quiero, no. No quiero.  No quiero que el mundo se vuelva a mirarme. No. No quiero que las palabras hagan su intento vano de arrastrar significados de unos a otros como hormiguitas laboriosas. No quiero que la muerte llegue. No quiero que el amor se vaya. No quiero que la noche apague con su sombra a la luz.

No quiero… y en este negar me acuerdo de César Vallejo, para mí, un poeta que supo entender la negación, la imposibilidad de que las cosas le fueran bien. Un poeta que pudo traducir al que siempre pierde, por norma, por obligación.

Nacido en Perú y renacido en España donde tomaron fuerza sus letras y sus negaciones, nos deja un canto al dolor, al aceptar que para algunos, la felicidad es imposible y no hacer de eso un cataclismo. Es un poeta de aceptación y de una lucidez extraordinaria para entender su realidad inmediata y volverla poesía:

    ESPERGESIA

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hermano, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que mastico... Y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
Todos saben... Y no saben
que la luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el Misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.

¿Quién como él puede tener el valor para decir “mi vida es un horror alejado de la felicidad”? ¿Quién tiene el suficiente coraje para decir “considérenme una abominación, un error de la naturaleza porque nací un día en que Dios estaba en otra cosa”? César Vallejo tiene el valor y el coraje para hacerlo: “Yo nací un día en que Dios estuvo enfermo, grave”. César Vallejo tiene la honestidad de verse a sí mismo tal cual es, sin endulzarse o justificarse: “Todos saben que vivo, que soy malo; y no saben del diciembre de ese enero.” Y no lo sabremos… Este yo lírico esconde algo tan atroz que teme contarlo, no por lo que se pueda pensar de él sino porque no seremos capaces de soportar esa verdad. Entonces, no quiere ponernos en la amarga tarea de conocer los hechos porque es probable que nuestra mente no pueda abarcar la totalidad de su maldad; la desesperación de ser el único ser lúcido, tal vez, que puede verse a sí mismo con total sinceridad y crudeza.

Cuán angustiante puede ser para alguien tener conciencia plena de lo que es: “Hay un vacío en mi aire metafísico que nadie ha de palpar:el claustro de un silencio que habló a flor de fuego.” ¡Cuán aterrador puede ser para uno mismo verse sin atenuantes, verse tan materia prima…!

Me emociona Vallejo, me emociona hasta el dolor. Porque  mientras yo niego, él expone. Cuando yo oculto por vergüenza, el exponer por honestidad. Si yo callo por falta de argumentos, el calla por piedad pues  descubrió que la vida es tan atroz que prefiere evitarnos la pena de tener que vivir conociéndola en su completa magnitud: “Todos saben... Y no saben”

domingo, 24 de octubre de 2010

En incomunicarme, mundo ¿Qué interesas?

Los deseos son regalos que nos da la vida para llenarnos de esperanza. Siento un deseo intenso de que las palabras broten una tras otra de mí y que cumplan con su cometido y con mi necesidad: crear un puente con el mundo, crear un lazo hecho de grafemas, de significados. Vivimos en un mundo tan individualista, tan desesperadamente egocéntrico que el contacto con otros es, definitivamente una ilusión.

¿Seré utópica? ¿Será tan complejo poder llegar a otros y dejar que otros lleguen a mí? Lógicamente, mi  deseo de comunicación está orientado al enriquecimiento mutuo a través de la belleza; porque, lamentablemente, escuchar banalidades es tortura de todos los días, escuchar verdades es un sueño poco probable, escuchar bellezas es  imposible.

Este deseo mío de comunicarme, esta reflexión sobre la necesidad de establecer un nexo con otros  me convierte en una rara avis. A veces siento que una pequeña minoría pretende  entenderse y pienso en una multitud de poetas (no porque yo lo sea; sí porque ellos supieron traducir lo que yo siento) que se sintieron fuera de lugar, de situación, de momento:

En perseguirme, mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?

Yo no estimo tesoros ni riquezas,
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi entendimiento
que no mi entendimiento en las riquezas.

Y no estimo hermosura que vencida
es despojo civil de las edades
ni riqueza me agrada fementida,

teniendo por mejor en mis verdades
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.

Aquí la voz de una incomprendida Sor Juana, una atormentada Sor Juana que se debatía entre el ser y el deber, entre Dios y las letras, entre el amor y el castigo eterno grita desde el silencio de su celda su deseo de que las cosas sean de otra manera. De que alguien pudiera entenderla, pudiera establecer un contacto comunicativo que fuera más allá de lo que era, una monja; y la viera en su total desnudez y en su completa verdad: una mujer poeta.

“En perseguirme, mundo ¿Qué interesas?”  Qué maravilla de queja contra el orden establecido, contra la sociedad de la época, contra la falta de sensibilidad de la clase dominante: “¿En qué te ofendo cuando sólo intento poner bellezas en mi entendimiento?”.

¿En qué ofendemos al mundo cuando buscamos intercambiar belleza? me pregunto. En todo. La belleza está escondida, la vulgaridad reina, la ignorancia domina. La sutileza está aislada en un rincón, el refinamiento está encerrado en el sótano, la cortesía muere de desesperación. De esa forma, es más fácil vender, engañar, dominar, pisotear, imponerse.

Actualmente, la tecnología es la felicidad, la inmediatez de la información  nos consume en una multiplicidad de datos que no podemos procesar y en el que el tiempo para pensar no existe y la forma del mensaje se reduce prácticamente a un único modelo. Aún así, existimos  seres que seguimos buscando la belleza. La necesitamos porque ¿cómo podemos soportar la vida sin ella?

No soy apocalíptica. Creo en la educación, creo en el hombre, creo en que al arte no lo pueden matar, que la belleza siempre encuentra el resquicio que necesita para llegar a la superficie. Creo en nuevas generaciones de pensadores, en la sangre joven que tiene mucho para dar. Creo en que mi lamento desesperado será oído por otros que quieren lo mismo que yo: comunicarse en un nivel en que la belleza sea el puente. Pero, para eso necesitamos de la palabra. Creo en Blas de Otero llorando ante su tierra vasca, desangrada y partida por Franco, obligada a callar su idioma natural cuando decía:

EN EL PRINCIPIO

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

Nos queda la palabra a los creemos que es ella la  hacedora de  milagros, la hermanadora universal, la liberadora. Nos queda la palabra a los que aún pensamos que los deseos son los regalos que la vida les otorga a los que, como Sor Juana pretendemos poner bellezas en nuestro entendimiento. Nos queda la palabra y la ilusión de creer que los deseos que nos regala la vida aún pueden cumplirse aunque no se nos vea en nuestra completa desnudez y ya no vengan envueltos en estrellas fugaces (¿O sí?)

miércoles, 20 de octubre de 2010

La cama y el mundo.

Vivo en una realidad tan ríspida que la poesía se muere. No hay lugar para la poesía en mi sociedad, en mi entorno, en mi siglo, creo. Lentamente, la belleza de las palabras se va muriendo, agoniza en la limitación del vocabulario, en la falta de expresión, en el desinterés. Qué pena.
Las palabras se mueren. Se olvidan. Se las va enmudeciendo para siempre. Por eso surgen los pseudopoetas como varios cantautores que conozco que creen que la vulgaridad es poesía, que la repetición es metáfora, que la cursilería es la clave. Puede que tengan razón, porque son ricos gracias a la desesperada necesidad de la gente de escuchar palabras que no sean cotidianas.
Necesitamos de las palabras como del agua, como de los alimentos. Necesitamos de la belleza como del aire y muchos no lo saben.

La belleza es simple y la poesía también lo es. Simple y bella y necesaria y fundamental en la vida de la gente, aunque no lo reconozcan, no lo sepan.

La sociedad, el mundo agoniza de poesía, agoniza de significados, muere por falta de metáforas, se derrumba porque el lenguaje figurado es un derecho al que pocos acceden.

Sin metáforas el pensamiento se vuelve chato, simple, unidireccional. Pero eso, tampoco significa que hay que leer a Borges o a Nietzsche todo el tiempo para poder encontrar un significado distinto a la realidad habitual.

En Cuba, nació José Angel Buesa en 1910. Escritor perseguido por Castro, redactor de radio, se fue de Cuba para morir como un fantasma en otra isla del Caribe. Buesa es uno de los poetas olvidados, uno de los primos pobres que se recibe por la puerta trasera, de los que no se hablar.

No es un poeta político o filosófico. No busca la metáfora compleja. No pretende el verso retorcido. No.

CANCIÓN NOCTURNA

A los pies de tu cama, como un perro,
se echó mi corazón.
                    Noche tras noche
gime calladamente su reproche
y sufre injustamente su destierro.
Allí está. Nada importa que lo aparte
tu pie pequeño y cruel.
                  Allí, en la sombra,
calla el grito de amor con que te nombra,
para no despertarte.
Noche tras noche, hasta que llega el día,
gime un reproche y sufre su destierro.
Tú no lo sabes, —nadie lo sabría.
Y a los pies de tu cama, como un perro,
mi corazón espera todavía.

 

Simple. Los versos discurren simplemente como un cauce de agua fresca, sin grandes estallidos de pasión, sin sufrimientos desmedidos. Sencillo, sutil pero necesario, muy necesario para una humanidad que dejó caer el corazón y la poesía  a los pies de la cama…

viernes, 15 de octubre de 2010

Porque las palabras a veces...

A veces no se pueden usar las palabras para construir mundos. Simplemente es imposible.Hoy no puedo construir nada con ellas:

porque me duele el tiempo que se va dejando huellas
porque detrás de una sonrisa muchas veces se esconde un puñal
porque la noche encierra mil historias pero no puedo escucharlas
porque la honestidad se juega al mejor postor
porque un triunfo que duele tanto, no produce alegría
porque la adversidad, a veces, se toma la vida y aplasta los sueños
porque la tormenta tiene tu voz y tiene tus ojos
porque los besos no son suficientes para convertirse en un escudo ante la angustia
porque la verdad pierde valor
porque el dolor gana terreno
porque la alegría se esconde a llorar
porque el odio compró boleto en primera fila y disfruta del espectáculo que representan los hombres arrancándose el corazón unos a otros
porque todo lo que toco me recuerda a tu piel
porque la inocencia actúa de estrella central en una película porno...

Por todo eso hay días en que las palabras pierden valor, pierden significado y se vuelven espinosas, afiladas,lacerantes. Esos días me alejo de ellas. Un poco, lo suficiente para que me lastimen sin desangrarme, me duelan sin golpearme, me busquen sin encontrarme. Todavía puedo borrarlas a todas y empezar de nuevo. Todavía puedo elegir.

lunes, 11 de octubre de 2010

Otra vez el mar.

Estuve en el mar. En la playa. Disfruté pensando en la eternidad del océano. El mar ha fascinado a generaciones de poetas, de escritores, de músicos, de artistas...
Ulises Adsuara, el personaje principal de una novela de Manuel Vincent que se llama Son de Mar, se va a pescar el primer atún de la temporada, en un bote, casi sin saber navegar. Tarda 10 años en regresar y cuando vuelve, luego de saciarse de la hembra caprichosa que representa para él la mar, fascinado, cansado y nuevo, retorna a la isla de la que partió. Ya no es el mismo, ni el color de sus ojos es el mismo y es ahí cuando confiesa que se fue a buscar lo que siempre tuvo a su lado: su mujer Martina.

El mar lo hipnotizó, como a tantos antes que a él, como a tantos después que a él.

Estuve en el mar. Hoy. También sentí el implacable deseo de navegarlo, de perderme en las olas sin tiempo y sin destino fijo.
El mar es como yo: que soy variable; que nunca me detengo; que estoy en constante devenir; que no puedo pensar si quiera en lo cotidiano; que me guío por la luna, por el instinto, por el capricho; que pago caro, a veces, como el mar cuando lo limitan con paredones, todos mis excesos.
POdría citar a miles de poetas, narradores, dramaturgos, ensayistas que le escriben al mar. Hago un corte en todo ese inmenso universo de palabras y cito a Borges:

"Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina"

Este poema es tan melancólico, es tan en carne viva. El poeta sabe que solamente le queda la posibilidad de la tristeza y la acepta. Las horas son largas, la vida es corta. Espera vivir por instantes porque un instante es más diverso, dice él, que la profundidad del mar.
Sólo le queda la tristeza y la muerte. POrque está más triste desde que ella apareció en su vida y se fue, porque está más triste desde que entendió que la vida podía ser otra cosa...

La tristeza y la muerte y el mar que es otra muerte que lo salva del amor. Es tanta la angustia, es tanto el dolor, que el amor se vuelve una amenaza, un sentimiento que debe ser suprimido porque no hay otra salida. El amor que es maravilloso se vuelve un espanto, un sufrimiento que solo puede ser acallado con algo más espantoso aún: la muerte que es otro mar, transfigurado, aparentemente idéntico al que conocemos pero diametralmente opuesto. No es diverso, es oscuro,lúgubre, sin amor pero tan inquieto y eterno como el otro: el luminoso, el diverso, el que está en el mundo como una cosa más.

Hoy estuve en el mar. En la playa y creí escuchar por un momento, cuando en un segundo el resto de los sonidos se apagó, la voz de Machado, frente a un mar que lo miraba con ojos de extranjero:

"Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar."

jueves, 7 de octubre de 2010

Parole, parole, parole.

Es extraño el mundo de las palabras…  Usamos las palabras para construir mundos que ayudan a interpretar nuestra realidad. Debe ser una perífrasis humana para salir de nosotros y volver a nosotros pero interpretados. Eso ocurre, por ejemplo, con los cuentos tradicionales, los cuentos que venimos escuchando y contando desde que somos niños.

Se necesita de los cuentos para poder entender el mundo, para poder asirlo, interpretarlo, darle una explicación más racional al cúmulo de hechos que muchas veces nos asfixian. Lo interesante de todo esto es que lo que estructura nuestro pensamiento desde pequeños son invenciones; bellas invenciones, maravillosas mentiras que nos cuentan primero, que leemos después y que contamos con la misma fe con que las escuchábamos.

Recuerdo el primer cuento de mi vida. Transcurría en Mozambique o Singapur o alguna de esas ignotas y lejanas ciudades- Era un mercader que tenía tres hijas y cada una le pedía un regalo que el padre les traería cuando volviera de un viaje. Una pidió perlas, otra no me acuerdo qué y la tercera, la menor y la más amada pidió flores. La cosa es que el comerciante en cuestión conseguía todo menos las flores y se metía en un jardín para cortarlas sin permiso y lo atrapaba el dueño que resultó ser un hombre soltero y solo y debía dejar a su hija a cambio de las flores y al final todos se amaban y terminaban felices. ¿ Conclusión? Amé esa historia con pasión. La leí hasta el cansancio (la tapa del librito barato comprado en un kiosco de diarios era del mismo verde de esta página), hasta que las hojas se rompieron y las perlas de la hermana mayor ya se habían desgastado.  Aprendí sobre el amor, sobre la paciencia, sobre la espera, le di mi primera interpretación a la soledad, reinventé mi idea de la paternidad, supe lo que era la desesperación, conocí la envidia (porque no dije que las hermanas mayores sentían envidia por el amor que el padre profesaba a la más pequeña) y vislumbré el “vivieron felices para siempre”.

Paradójico, no recuerdo el nombre del cuento, no recuerdo el autor, no recuerdo con exactitud ni el lugar en el que transcurrieron los hechos pero sí recuerdo las palabras, esas torpemente leídas primeras palabras llenas de significados nuevos, constructoras de asociaciones, embellecedoras de la realidad.

Después vinieron toneladas de palabras y de historias que llegaron con los años: las buenas, las malas, las prohibidas, las superficiales, las hirientes, las falsas, las cariñosas,las verdaderas, las inútiles, las consoladoras, las irritantes… Todas las palabras llegaron a mi vida y a todas, les di una ubicación de privilegio.

Ahora soy más selectiva con algunas de ellas: les doy el lugar que se merecen pero debo confesar que me siguen fascinando y creo que mientras produzcan eso en mí, aún puedo salvarme.

sábado, 2 de octubre de 2010

la celebración de la celebración.

Estuve triste y alejada. Las palabras no eran suficientes para drenar mi tristeza, para que se decantara gota a gota. Estuve triste, sí, y sólo pensaba desde la tristeza. Fue entonces cuando vino a mi mente un maestro de maestros. El escritor que escribe para mí. El que conocce cómo me gustan que sean las palabras y las escribe como yo quiero, el que inventa historias y cuenta otras que vio, que vivió, que sufrió con cada centímetro de su cuerpo.
Me refiero a Eduardo Galeano, al que América le sangra como una herida abierta. Eduardo Galeano, el itinerante, el que conoció todo mi continente a causa del sufrimiento de un Uruguay en llamas, de una Argentina ciega de odio que le escupió en la cara.
Siempre me emociona y no importa cuántas veces lo lea, no dejo de maravillarme con sus abrazos o con sus memorias del fuego o con las palabras suyas que danzan y danzan.

Tenían las manos atadas o esposadas, y sin embargo los dedos danzaban. Los presos estaban encapuchados: pero inclinándose alcanzaban a ver algo, alguito, por abajo. Aunque hablar, estaba prohibido, ellos conversaban con las manos.

Pinio Ungerfeld me enseñó el alfabeto de los dedos, que en prisión aprendió sin profesor:
-Algunos teníamos mala letra -me dijo-. Otros eran unos artistas de la caligrafía.

La dictadura uruguaya quería que cada uno fuera nada más que uno, que cada uno fuera nadie; en cárceles y cuarteles y en todo el país, la comunicación era delito.

Algunos presos pasaron más de diez años enterrados en solitarios calabozos del tamaño de un ataúd, sin escuchar más voces que el estrépito de las rejas o los pasos de las botas por los corredores. Fernández Huidobro y Mauricio Rosencof, condenados a esa soledad, se salvaron porque pudieron hablarse, con golpecitos a través de la pared.

Así se contaban sueños y recuerdos, amores y desamores: discutían, se abrazaban, se peleaban; compartían certezas y bellezas y también compartían dudas y culpas y preguntas de esas que no tienen respuestas.

Cuando es verdadera, cuando nace de la necesidad de decir, a la voz humana no hay quien la pare. Si le niegan la boca, ella habla por las manos, o por los ojos, o por los poros, o por donde sea. Porque todos, toditos, tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada.

(Eduardo Galeano - "El libro de los abrazos)


Este es uno de mis abrazos preferidos. Uno de los textos que más profundamente me emocionan, sobre todo en estos tiempos en que todo se repite, en que la libertad se juega al mejor postor cada día, en que la comunicación es una jerigonza de unos pocos, en que nadie entiende lo que el otro dice, Galeano celebra a la voz humana. Siempre hay otro que quiere escucharnos, leernos, abrazarnos, sentirnos. Siempre hay otro al que le interesa lo que decimos por más simple o intrascendente que sea. A esos prefiero. A los que no necesitan grandes discursos para conectarnos, a los que una palabra les basta para entenderme. Prefiero, incluso, a los que se comunican conmigo a través de un abrazo, de un silencio, de una caricia, de una mirada sonriente.
Es cierto que necesitamos comunicarnos porque si no, no nos salvamos. Es cierto que necesitamos la voz de otro que nos saque de la angustia o nos acaricie desde la distancia. Yo creo en la voz del hombre. Yo creo en la fuerza de las palabras. Yo creo en que hay tanto que deben perdonarme como tanto que debo celebrar. Tengo mucho aún para decir y mucha más tristeza para drenar; tengo muchas preguntas que buscan respuestas y muchas más dudas que encontrarán sentido cuando pueda comunicarlas. Por ahora la comunicación no es un delito explícito y celebro eso.

domingo, 26 de septiembre de 2010

¿Te acuerdas de la gloria de mis alas?...

A veces la vida no es lo que pensamos, a veces nuestros cuerpos nos limitan a una realidad pedestre, terrenal, insulsa.
¿Qué les ocurre, en esos casos, a los que nacieron para volar más alto que los demás mortales? ¿Qué les hace la vida a los que no se adaptan a ella? ¿Cómo se comporta el destino con los que no se ciñen a él? En esos casos, el mundo se encarga de golpear a los desadaptados para modelarlos, a fuerza de angustias.
Entre los que no encajaban en el mundo, entre los que volaban sobre él, está Delmira Agustini. Tan diferente a su época que pocos la conocen.
Tan extraña es su voz que nadie puede creer que se haya criado en el Montevideo de fines del siglo XIX. Una mujer adelantada en varias décadas a lo que los cánones literarios esperaban para la época, que nació antes de tiempo y sin duda murió antes de tiempo. Mucho antes de lo que debería. No alcanzó a llegar a los 30 años cuando el marido, presa de celos, la mató en un hotel en donde se encontraban para rendirse a los actos de amor que los transportaban de la esfera filosófica a los más oscuros de los lupanares. Así era Delimira Agustini: bella y tremenda, erótica e inocente, ingenua y salvaje.
Mientras las mujeres de la época escribían sobre la maternidad, las flores y los pájaros. Delmira se revolcaba en el deseo, se arrastraba por los pantanos de los sentidos, se confundía por infiernos de placeres y surgía blanca y pura como un Tú me quieres blanca de Alfonsina.
Una mujer poeta diferente, pasional, completamente femenina y completamente erótica sin hacer de su género o condición una bandera. Delmira no es feminista; es mujer. Tan simple y tan atroz como eso.
POdría poner muchos poemas de ella, con ese lenguaje de finales del XIX, recargado, con la rima cuidada, con el ritmo perfecto, con la forma tradicional de su pluma.Podría introducir una galería de versos pero me decidí por un poema simple, sencillo, ni siquiera erótico:

LAS ALAS

........

Yo tenía...
¡dos alas!...
Dos alas,
Que del Azur vivían como dos siderales
¡Raíces!...
Dos alas,
Con todos los milagros de la vida, la Muerte
Y la ilusión. Dos alas.
Fulmíneas
Como el velamen de una estrella en fuga;
Dos alas.
Como dos firmamentos
Como tormentas, con clamas y con astros...
¿Te acuerdas de la gloria de mis alas?...
El áureo campaneo
Del ritmo; el inefable
Matiz atesorando
El Iris todo, más un Iris nuevo
Ofuscante y divina, que adorarán las plenas pupilas del Futuro
(¡Las pupilas maduras a toda luz!)... el vuelo...
El vuelo ardiente, devorante y único,
Que largo tiempo etormentó los cielos,
Despertó soles, bólidos, tormentas,
Abrillantó los rayos y los astros;
Y la amplitud: tenían
Calor y sombra para todo el Mundo,
Y hasta incubar un más allá pudieron.
Un día, raramente
Desmayada a la tierra,
Yo me adormí en las felpas profundas de este bosque...
¡Soñé divinas cosas!...
Una sonrisa tuya me despertó, paréceme...
¡Y no siento mis alas!
¿Mis alas?...
—Yo las vi deshacerse entre mis brazos...
¡Era como un deshielo!



Qué precioso poema, qué sencillo, qué dulce sentimiento envuelve mis sentidos cuando sabias palabras se enredan en mi alma... diría un crítico literario de esa época, pero con signos de exclamación, claro...
Yo pienso que es una metáfora de la pérdida. El momento en que debemos poner los pies sobre la tierra y dejar de volar, el instante en que súbitamente descubrimos que somos adultos y tenemos que mantener una fachada. La voz del poema recuerda el momento en el que aún podíamos entregarnos a la pasión sin consecuencias, al ardor devorador que consume y da vida a la vez:
El vuelo ardiente, devorante y único,
Que largo tiempo etormentó los cielos,
Despertó soles, bólidos, tormentas,
Abrillantó los rayos y los astros;
Y la amplitud: tenían
Calor y sombra para todo el Mundo,
Y hasta incubar un más allá pudieron.

Pero luego de ese momento, ya fue hora de aterrizar, de volverse ordinaria, cotidiana, igual a los demás. A vivir la vida gris de la gente gris de una ciudad gris. Fue el momento de crecer y con el crecimiento perder la posibilidad de remontarse en un rayo de luz: fulmíneas como el velamen de una estrella en fuga, decía Delmira y seguramente lloraba mientras lo repetía para convencerse de que había sido libre, de que había nacido diferente, de que había podido volar.
Una Delmira demasiado culta, demasiado lúcida para un siglo que venía muriendo de viejo y para otro que nacía, demasiado joven. Una Delmira que no podría adaptarse a un mundo que no podía entenderla y que le deshizo sus alas, que las trasnformó en agua y en vapor y en nada.
Una Delmira que vivió poco y a la que entendieron, menos. Sin embargo, al final, se salió con la suya: antes de tiempo levantó vuelo y se fue con la gloria de sus alas a cuestas donde no pudieran juzgarla, ni lastimarla...

martes, 21 de septiembre de 2010

Soy la más irregular de las perlas.

Tengo tantas cosas que escribir, pero no será hoy. Tengo tantas cosas que aprender, pero no será hoy. Tengo tanto que callar y tanto que decir… Soy una mujer barroca, creo, llena de dualidades, de bipolaridades, de lados oscuros e inabarcables.

Los barrocos le tenían miedo al vacío, a la nada, por eso cubrían todos los espacios, para que el miedo no se pudiera colar por lo que no podían controlar. Le tenían pavor a la cara oculta de la luna, la que no podían ver, la que desconocían… Qué habría detrás de ella, qué secreto escondería, qué loba herida aullaría hasta que se lo contara?

Los barrocos sufrieron decepción tras decepción… Que el centro del universo no era la Tierra sino el sol o  que Europa no era la estrella del mundo sino que aparecía un paraíso nuevo conocido como América. Los barrocos sufrían, les quitaron su centro, los desplazaron, les descubrieron las órbitas y les mostraron que la elipse tenía dos polos de equilibrio.

Por eso dudaban… dudaban con el alma, con la razón, con el corazón. Dudaban porque el mundo que conocían se iba destruyendo lentamente, la ciencia se abría paso ante la fe que quedaba mustia en un rincón. Soy una mujer y soy barroca y dudo y… ¿ soy o no soy? Esa es la cuestión, la única cuestión.

Así que como no sé quién soy, ni qué soy, no por qué soy y le tengo miedo al espacio vacío, como buena barroca nocturna… escribo y al escibir digo como Lope de Vega: “¿Que no escriba, decís, o que no viva? Haced vos con mi amor que yo no sienta, que yo haré con mi pluma que no escriba”.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Herido, muerto de amor.

Bebió de su herida. Pensó que lamiendo su sangre iba a saciarse... Pero nunca se saciaba. Sus labios tímidos y cálidos por momentos, se tornaban frenéticos y anhelantes por otros pero sin dejar de sorber el líquido tibio que manaba de la carne abierta. La lengua sentía, con todas sus papilas y en diferentes intensidades, cada uno de los matices del sabor dulzón de esa dulce y blanda herida de amor.

Más allá del contenido sensual de mi párrafo anterior, no voy a hablar de sangre, ni de vampiros, ni de prácticas hemoeróticas.
El tópico del amor como una herida abierta, proviene de la Literatura clásica, del travieso Cupido que andaba vulnerando (del latín vulnero: hiere con una flecha)a los enamorados y haciéndolos sangrar de amor y muchas veces de impotencia.
Se me ocurrió poetizar ese tópico en el primer párrafo de esta entrada y transformar una situación dolorosa y atroz para el amante en un momento erótico de disfrute de la imposibilidad del amor.
Claro que este lugar común tiene muchos matices. Me voy a un peso pesado de la Literatura a Don Francisco de QUevedo:

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.


Primer cuarteto de un soneto famosísimo en cuyo segundo verso aparece nuestra herida que duele y no se siente. Entre medio de los oxímorones (?) característicos de Quevedo, la herida que sangra, la sangre tibia del amor que se va a perder porque Cupido está empecinado en mezclar los destinos de las flechas y trastocar el amor en imposibles, encontramos a un amante desorientado que no sabe si maldecir o bendecir lo que está sintiendo; que no entiende que la lengua que lame su herida no es la de la satisfacción, es la de la frustración por el amor imposible. Este es un ejemplo de otras bocas, las que seguirán besando la sangre de un amor que nunca se dará.

Otro poeta maravilloso, otra víctima de la cárcel, del abandono, de la miseria y finalmente de la tuberculosis, es el fantástico Miguel Hernández. LLeva a un nivel más elevado este tema porque la herida no es una; sino tres.

Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.

Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.

Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.

Claro que estas tres heridas que duelen, no matan. Está herido porque está vivo, está herido porque está enamorado, está herido literalmente a punto de morir. Las tres se relacionan: si no estuviera vivo, no podría amar ni mucho menos morir. Vivir, amar, morir. En tres estrofas construye una filosofía de la vida. ¿De qué sirve la vida si no se puede amar? ¿De qué sirve el amor si no se puede morir por él? ¿De qué sirve la vida si nunca acaba? Son tres estrofas que conforman un círculo, un ciclo perfecto, que encierra la idea primordial del poeta: la vida sin amor es muerte y en los tres casos duele. Duele vivir, duele amar, duele morir.

Finalmente, no puedo dejar afuera el poema que dio origen a todas estas reflexiones: Herido de amor, del imposible de describir en su totalidad, Federico García Lorca. DisfrUten este poema, leánlo en voz alta, a los gritos, susúrrenlo, releanlo con la mirada, repítanlo con los ojos cerrados y memorícenlo para recitarlo como una letanía del amor ansioso, del amor total, el que muere y mata, el que sale de las entrañas, el que quema, el que ciega, el que enferma, el que promete la gloria eterna, el que nos destruye.

Amor, amor, que está herido,
herido,
de amor huido.
Herido,
muerto de amor.
Decid a todos que ha sido
el ruiseñor.
Herido,
muerto de amor.

Bisturí de cuatro filos,
garganta rota,
y olvido.
Cógeme la mano, amor,
que vengo muy malherido,
herido,
de amor huido.
Herido,
muerto de amor.


El poeta está herido de amor huído. Cupido lo flechó y luego lo abandonó a su suerte, para que sufra de amor, para que muera de amor, para que sienta que el amor se le va por la garganta partida, por la voz. El amor se le va como la sangre que pierde y seguramente va a morir porque este amor desorbitado no tiene posibilidades, porque el ruiseñor con su canto, lo hirió; con los atardeceres en los que canta, lo hirió; con su libertad de volar y amar a quien quisiere, lo hirió; con su existencia inocente libre de pasión, lo hirió; con su belleza, lo hirió. El poeta está herido de amor y sangra y sufre y se entrega a esa dulce y blanda herida que no podrá salvarlo nunca o que tal vez matándolo, lo redima.

lunes, 13 de septiembre de 2010

A la oscura región de vuestro olvido, ya los brazos le crecían.

Estoy clásica y triste. Cosa complicada porque eso me obliga a leer a Catulo, Coleridge, Petrarcca, Lamartine, Schiller, Neruda… Pero de entre  todos ellos me detuve un rato largo en el caballero por excelencia: en don Garcilaso de la Vega. Enamorado de un imposible, de la dama portuguesa Isabel Freire, escribió los sonetos más maravillosos que puedan existir. Pudo entender el sufrimiento que causa el amor no correspondido e hizo de él su bandera, su escudo, su espada y su pluma.

Hoy estuve pensando en este soneto, la forma es compleja: cada verso posee 11 sílabas y por esa causa, si no está bien estructurado, siempre sonaría falso en español debido a que  esa cantidad de sílabas no es natural en los versos castellanos. Nosotros somos del octosílabo, nos sentimos cómodos en él, lo disfrutamos, lo cultivamos hasta el cansancio. Este tipo de sonetos, lo heredamos del italiano, del dulce estilo nuevo y entró en nuestro idioma renovando sus raíces.

SONETO XXXII, de Garcilaso de la Vega

Estoy continuo en lágrimas bañado,
rompiendo el aire siempre con suspiros;
y más me duele nunca osar deciros
que he llegado por vos a tal estado,

Un primer cuarteto glorioso. Aquí el yo lírico nos introduce de lleno en su sufrimiento, se describe en lo más profundo de su dolor y nos dice que está continuamente bañado en lágrimas, que llora y que suspira sin cesar pero que no se anima a decírselo a su amada.

Llora. Qué interesante que un hombre del siglo XV acepte que sufre y que llora. Y es un excelente caballero, valiente, que se murió en plena batalla y sin embargo llora. No es menos hombre por llorar, no es menos hombre por mostrar su sensibilidad, ni muchos menos por confesar que está triste y desesperado por causa del amor. Un amor que es ideal porque es caballeresco, porque nunca será correspondido, porque su destino es amar sin que lo amen, padecer sin que lo consuelen, sufrir sin la  esperanza de obtener nunca jamás el tan ansiado premio: el cariño de la dama.

que viéndome do estoy y lo que he andado
por el camino estrecho de seguiros,
si me quiero tornar para huiros,
desmayo viendo atrás lo que he dejado;

Este segundo cuarteto entra más profundo en el dolor de la voz enunciadora y reconoce que no puede hacer otra cosa en la vida sino amar a su doncella. Ella ha marcado el camino que él sigue, un camino difícil, estrecho, lleno de escollos que no lo llevan a ningún lado. El camino es la metáfora del estado amoroso, el que ha elegido y del que no puede volver, ni huir porque ha renunciado a todo por ella, si vuelve, si desanda este camino simplemente no hay nada.

si a subir pruebo en la difícil cumbre,
a cada paso espántame en la vida
ejemplos tristes de los que han caído.

Entramos en el primer terceto, vamos ganando en intensidad y en profundidad. Obtener  el amor de la mujer es cada vez más difícil, el camino es más empinado, intentar conquistarla es lo mismo que llegar a la cumbre, pero como en el mismo caso de escalar una montaña, muchos son los que lo intentan y pocos los que lo consiguen. El emisor poético entiende que es muy difícil alcanzarla, obtenerla, poseerla y en el fondo no lo quiere. Disfruta de ese estado de sufrimiento, de ese galanteo, de ese limbo amoroso en el que se encuentra. Ella no lo aceptará y él lo sabe. Pero peleará para ganarla, luchará por su amor como en el campo de batalla, se batirá contra el desamor como lo hicieron “los otros que han caído” a su lado. Su premio, entonces, es el olvido. Lo prefiere a la consumación del amor. POrque en el momento en que obtenga su preciado galardón, la lucha dejará de tener sentido, la junta se habrá terminado, la lanza habrá traspasado su destino, el escudo se habrá partido, la lóriga del amor estará manchada de la sangre virginal de la amada, por lo tanto, la vida perdería su sabor y  su esencia de caballero no tendría razón de ser.

Y sobre todo, fáltame la lumbre
de la esperanza con que andar solía
por la oscura región de vuestro olvido.

TErmina con el terceto que repetí en mi cabeza sin cesar. Sufre porque ella no lo ama, sabe que el camino es difícil y que está atrapado en él, todo lo que lo rodea es triste y espantoso pero lo más horrible de todo es que ya ni siquiera le queda la esperanza que era una luz que lo guiaba en su hazaña. Sin esperanza, ya no queda nada. SIn esperanza, está varado en la “oscura región de vuestro olvido”. Cómo me gusta ese verso final. CUántas veces he  andado por la oscura región del olvido de alguien y cuántas han andado por la oscura región de mi olvido. Esa región es la que me llena de preguntas: dónde está? cómo se sale de ella? cómo se llega? hasta cuándo permanecemos en ella? nos acostumbramos a esa oscuridad y no queremos abandonarla aunque estemos contino en lágrimas bañados? Estoy ahora mismo en esa oscura región y es cierto que no se ve nada, y es cierto que se muere la esperanza, y es cierto también, Don Garcilaso, que es preferible mil veces sangrar la herida de ese amor que no haber amado nunca.

sábado, 11 de septiembre de 2010

El que sabe, sabe y el que no… escribe.

Tal vez sea que últimamente se me antoja escribir antes que soñar. Los sueños son imposibles de dominar pero las palabras, las palabras, pueden crear mundos en donde cómodamente nos quedamos a  pasar la vida. Por eso me gustan… porque en este momento me ayudan a pintar la realidad que quisiera vivir, una realidad sencilla, simple,sin mayores sobresaltos.

No quiero lo que otros quieren, de verdad que no. Quiero disfrutar de mi trabajo, por ejemplo; hacerlo bien, crecer, abrir la cabeza a nuevas posibilidades, a nuevas historias, a nuevas palabras, a nuevas imágenes.

Sigo con este metejón de la escritura como seguramente lo hicieron tantos, infinitamente mejor que yo. No importa. Este es mi medio de expresión. Ahora. No quiero otro. Kafka necesitaba de la escritura (y no es que me compare con él) para decirse a sí mismo, como si se lo dijera a su padre, todo lo que lo envenenaba. Una vez se animó, en su Carta al Padre y levantó su pluma para escribirle: “Por esa razón el mundo quedó para mí dividido en tres partes: una donde vivía yo, el esclavo, bajo leyes inventadas exclusivamente para mí, y a las que, además, no sabía porqué, no podía adaptarme por entero; luego, un segundo mundo, infinitamente distinto del mío, en el que vivías tú, ocupado en gobernar, impartir órdenes y enfadarte por su incumplimiento; y, finalmente, un tercer mundo donde vivía la demás gente, feliz y libre de órdenes y de obediencia. Yo me hallaba siempre en una vergonzosa situación: o bien obedeciendo tus órdenes, lo cual implicaba una afrenta, ya que sólo tenían vigencia para mí, o bien adoptando una actitud obstinada, lo que también era ignominioso, ya que era imposible mantenerse obstinado frente a ti, o bien no podía obedecerte porque no poseía, simplemente, ni tu fuerza, ni tu apetito, ni tu habilidad, a pesar de que tu exigías eso como algo que se da por sobreentendido; y ésta era sin duda la vergüenza mayor.”

Este es un ejemplo claro de la necesidad de decirle imperiosamente algo a otro, de sacarse de adentro, como se arranca el hierro de una herida, díría Bécquer, lo que nos está consumiendo. Kafka escribió la carta y su padre nunca la leyó. Kafka usó la escritura para sacarse los demonios, para que lo que lo estaba pudriendo pudiera drenar alguna vez, Kafka necesitaba comunicar y en el acto de comunicar, comunicarse. Necesitaba construir su propia visión de  la vida, el amor, la muerte, las mujeres, la angustia, la soledad, la idea existencialista del discurrir humano. Kafka se reconocía en la escritura, yo escribo. Kafka creaba paisajes espirituales habitados por los más espantosos habitantes, yo escribo. Kafka trascendía su propio devenir  para construir inmensas estructuras de pensamiento, yo escribo. Kafka se soñaba a sí mismo, veía su propia lápida en sueños, se desdoblaba en otro… YO escribo que es lo mismo que soñar.

viernes, 10 de septiembre de 2010

De patrocleas, hefestionas y Crucinas.

He cenado con mis amigas. Las de siempre, las que son a prueba de balas, a prueba de todo. He cenado con mis amigas y charlamos sobre todas esas cosas que nos unen y nos desunen. No es que seamos el colmo de la unidad, pero estamos ahí cuando una necesita de la otra.
La vida me ha regalado grandes amigas; unas están cerca, a mi lado. Otras, no están a mi lado pero están en mi vida, en mi corazón, en mis pensamientos. Todas son igualmente importantes. Me puse a pensar en los amigos de la Literatura. Patroclo y Aquiles, por ejemplo.
"Aquileo, vástago de Zeus, dejó su lanza arrimada a un tamariz de la orilla; salto al río, cual si fuese una deidad, con solo la espada y meditando en su corazón acciones crueles, y comenzó a herir a diestro y a siniestro: al punto levantóse un horrible clamoreo de los que recibían los golpes, y el agua bermejeó con la sangre. Como los peces huyen del ingente delfín, y, temerosos, llenan los senos del hondo puerto, porque aquél devora a cuantos coge; de la misma manera, los teucros iban por la impetuosa corriente del río y se refugiaban, temblando, debajo de las rocas. Cuando Aquileo tuvo las manos cansadas de matar, cogió vivos, dentro del río, a doce mancebos para inmolarlos más tarde en expiación de la muerte de Patroclo Menetíada. Sacólos atónitos como cervatos, les ató las manos por detrás con las correas bien cortadas que llevaban en las flexibles túnicas y encargó a los amigos que los condujeran a las cóncavas naves. Y el héroe acometió de nuevo a los teucros, para hacer en ellos gran destrozo." Aquiles mata porque sufre, Aquiles mata porque la ira lo ciega y la venganza le arde en la sangre. Aquiles ya no es Aquiles, es lo que quedó luego de la muerte de Patroclo, su amigo del alma, su doble, su otro. Había decidido no volver a matar pero no puede dejar impune la muerte de su amigo y la venganza toma fuerza y crece y crece. Nunca pudo recuperarse de la muerte de Patroclo y mucha fue la sangre, que era como sus lágrimas y que cubrían la tierra de dolor. Patroclo había muerto, su amigo había muerto. Aquiles se había quedado con medio corazón.
Pienso en Alejandro Magno y en Hesfestión, amigos inseprables que libraron las batallas más tremendas, tuvieron que salir de Macedonia desterrados por el rey y padre de Alejandro,Filipo, en busca de nuevos horizontes. Estaban juntos siempre, Hefestión es el menos recordados de los compañeros de Alejandro pero sin duda, al que este tenía en mayor estima. Cuando entraron en Perisa, la reina madre SIsigambis, se arrodilló ante Hefestión pensando que era Alejandro. Al notar el equívoco, la anciana mujer se conturbó pero Alejandro la calmó diciéndolo:"No te has equivocado. Él también es Alejandro". AMigos que estuvieron siempre, en los momentos más complejos, cuando la noche es negra y el futuro incierto, cuando es necesario escuchar la voz de un amigo para que nos quite la tristeza, para que nos escuche o para que simplemente nos preste su abrazo fuerte que nos consolará de la angustia. Así son mis amigas. Todas.
y ¿qué hay de Frodo Bolsón y de Sam Gamyi? ¿Y de Jane Eyre y Helen Burns? ¿Tom Sawyer y Hucklberry Finn? ¿Amadís y Galaor? ¿Y de las amigas que apareen en todas las novelas de Marcela Serrano? ¿Tita y Nacha en Como agua para chocolate?
No puedo cerrar esta entrada sin hablar de quienes para mí, representan a dos amigos nobles. Perseguidos por la justicia, sin trabajo, muertos de hambre la mayoría del tiempo, renegados, rechazados por la sociedad, olvidados por el amor y desencantados de la vida, aparecen Martín Fierro y Cruz. Los dos gauchos amigos que se conocen de una interesante forma: Cruz pertenecía al escudrón de policías que perseguía a Martín Fierro, una noche lo encontraron y estaban a punto de apresarlo pero Fierro se les enfrentó. A todos. Solo con su facón y su coraje. A punto estaba ya de morir cuando uno de los polícías, Cruz, se apiadó de él y se puso de su lado:
"Pero en ese punto mesmo
Sentí que por las costillas
Un sable me hacía cosquillas
Y la sangre se me heló.
Dende ese momento yo
Me salí de mis casillas.

Dí para atrás unos pasos
Hasta que pude hacer pié,
Por delante me lo eché
De punta y tajos a un criollo;
Metió la pata en un hoyo
Y yo al hoyo lo mandé.

Tal vez en el corazón
Lo tocó un Santo Bendito
A un gaucho, que pegó el grito
Y dijo: "¡Cruz no consiente
Que se cometa el delito
De matar ansi un valiente!".

Y ahi no mas se me aparió,
Dentrándole a la partida;
Yo les hice otra embestida
Pues entre dos era robo,
Y el Cruz era como lobo
Que defiende su guarida.

Uno despachó al infierno
De dos que lo atropellaron,
Los demás remoliniaron,
Pues íbamos a la fija,
Y a poco andar dispararon
Lo mesmo que sabandija.

Ahi quedaban largo a largo
Los que estiraron la jeta,
Otro iba como maleta,
Y Cruz de atrás les decía:
"Que venga otra polecía
A llevarlos en carreta"."
Es fabuloso el momento en que Cruz da su grito eterno: "Cruz no consciente que se cometa el delito de matar así a un valiente" y se pasa al otro lado, a convertirse definitivamente en un vagabundo, proscrito y perseguido. Ese día nació una amistad entrañable que solo terminó con la muerte de Cruz debido a la viruela.
Así son los amigos, no? Muchas veces están dispuestos a dar lo que no tienen por uno, a hacer sacrificios, a esperarnos, a ubicarnos en el mundo y en la vida. Creo que los amigos se ganan, y yo debo ser muy afortunada porque tengo a las mejores del mundo.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Estaba a punto de escribir algo genial. Genial de verdad... pero me atacó el sueño y como eso no pasa habitualmente me aprovecharé de él, irrefrenablemente, hasta saciarme.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Días D.

Hay días que se nos cruzan en la vida. Días que nacieron para complicarnos la existencia, para que nos acordemos de ellos, para que los bauticemos y digamos "hoy es el peor día de mi vida". Dias de mierda... ¿POr qué no se dejarán de jugar, esos días caprichosos, con la moral de la gente?
Los romanos tenían días fastos y días nefastos, a los primeros los marcaban ubicando piedras blancas en las puertas de sus casas; los segundos eran para olvidar... Así deberían ser siempre los días-empecinados-en-complicarnos-la-existencia. Deberían desaparecer de nuestra memoria pero, por el contrario, son los más arraigados.
Para ilustrar lo que digo, me voy al tango, lamento lleno de nostalgia por excelencia, a buscar ejemplos de días malos.
Arranco (para ir compenetrándome del lunfardo) con "La Cumparsita", música de Mato Rodriguez y letra de Don Pascual Contursi, "Desde el día que te fuiste siento angustias en mi pecho,decí, percanta, ¿qué has hecho de mi pobre corazón?" Este es un día digno de olvidar, el día del abandono. Para peor, la percanta se le fue llenándolo de angustia y el pobre coso (como diría un tanguero) ni siquiera pudo entender al amor, nunca pudo entender qué hizo mal, no fue capaz de descubrir por qué lo dejaban, ni siquiera, sabe dónde tiene el corazón.
Cadícamo y Pereyra hicieron juntos "Madame Ivonne", tango que cuenta la historia de una frencesa que abandonó su vida para seguir a un hombre que la llevó a Buenos Aires, se dedicó a la "mala vida" de los cabarulos (para seguir lunfardeando) y terminó sola, decadente, amargada y nostálgica... PObre... pero ¿quién tuvo la culpa? Veamos la letra: "Pero fue que un día llego un argentinoy a la francesita la hizo suspirar".¡Un día! Un solo día en la vida de la infortunada. ¿Se dan cuenta? La mina termina borracha, bajo el signo de la cruz del sur y sola por culpa de un único, maldito, calculador y peligrosísimo día.
¿Día fatídico? veamos lo que dice el tango "Los mareados" de Cadícamo y Cobián: "Hoy vas a entrar en mi pasado,en el pasado de mi vida...Tres cosas lleva mi alma herida:amor... pesar... dolor..Hoy vas a entrar en mi pasado y hoy nuevas sendas tomaremos..." Este último día es un presente eterno, el día en que se decreta el adiós, en que se decide que todo debe terminar irremediablemente, para siempre; las 24 horas que serán recordadas por el resto de la existencia... Tanto puede un solo día en el resto de nuestra estadía en la tierra y tal vez, si existe la eternidad, se repetirá en el pensamiento, como una cinta sin fin, sin detenerse jamás.
¿Qué puedo sumarle a lo que estos tangueros han dicho mejor que nadie? Ah, sí. Que hoy fue uno de esos días para mí y lo tuve que vivir, así, sonriendo.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Dualidad de dualidades...

Soy Penélope, soy Marguerite Yourcenar, escribo, creo, durante la noche y destejo, borro y cambio durante el día. Soy esto de noche, soy otra de día.
¿Es la naturaleza dual la de la existencia humana? ¿Es una esquizofrenia latente? No sé. Así soy yo.
Necesito de la noche para escribir, pero también lo hago de día. Necesito el día para ser crítica, pero también critico de noche.
No sé.... Todos deben tener dos opciones para todo. No creo en las verdaddes absolutas, férreas, innegociables. Creo en el cambio, en la evolución, en la transformación continua. Si no cambio, muero. No hay sentido seguir siendo siempre igual, hacer las mismas cosas, hablar de lo mismo, ser un círculo.
Sólo le tolero eso al amor. Al amor que dicen que debe ser uno, eterno. Digo dicen porque la experiencia, aún, no me ha demostrado que sea así. Son cosas mías, esta naturaleza que el destino me ha dado... Soy una brisa que nunca se queda, que no para pero que en el fonde desea que alguna vez, alguna puta vez pueda descansar de este eterno escapar.
Soy dos. Mil. Infinitas. Soy la otra y yo.

domingo, 5 de septiembre de 2010

De Freud y otros demonios.

Me puse a pensar en todo lo que he perdido y es tanto... Es un pensamiento universal, el hombre está hecho de pérdidas y sufre por eso. Pierde afectos, pierde objetos, pierde trenes, pierde amores, pierde el tiempo. Pérdida, pérdida, pérdida. No conozco a nadie que pueda decirme que no ha perdido nada nunca, tal vez hemos nacido para perder.
La primera pérdida de la que hace acuso de recibo la Literatura es la pérdida de la niñez.Alicia en el País de las Maravillas, Peter Pan, La torre sin fin de Silvina Ocampo, Morir en Agosto de Javier Martín son ejemplos de esta situación traumática que vivimos todos y que nos afecta más o menos de acuerdo con las ganas de beberse la vida que se tenga. Cortázar toca este tema en varios de sus cuentos, en Final de juego o en Bestiario,por ejemplo. Estos niños se enfrentan al mundo tal cual es: crudo, cruel, impune y deciden actuar en él. El hecho de actuar los convierte en adultos. Actuar sabiendo las consecuencias, actuar conociendo los riesgos; la niña que dice que el tigre está en un lugar cuando está en otro, sabe lo que está haciendo, lo hace a sabiendas, para salvar a su amiga, para liberarla de esa bestia infinitamente más cruel que el tigre. En Final de Juego, la niña que acepta que el mundo es una mierda cruel, es una niña que se transforma en adulta tan rápidamente como el tren que ve pasar. Fue introducida con dolor al mundo de los grandes y entiende que eso le espera para toda la vida.
La pérdida de la niñez es una pérdida que echamos de menos de adultos, cuando muchos descubren que no se han recuperado, que toda la cadena de errores que vino después se originó allí. Freud, querido, ¡Qué sería de ellos sin vos!
Otra pérdida es la de la virginidad. Es un momento trascendental que nos marca para siempre, que nos ubica en determinado lugar. Entendemos la vida a partir de allí. Somos seres sexuales, sensuales, carnales, eróticos, genitales, animales de deseo, bestias de lujuria, entidades instintivas...
Nuestra vida adulta está cimentada sobre el sexo. La sacrificada Emma Zunz de Borges, las incómodas descripciones de las virgnidades perdidas en El Anatomista de Federico Andahazzi, la Cándida Eréndira y su abuela desalmada son terribles y tristes historias que tocan el tema desde su aristas filosóficas, prácticas o crueles. Lo cierto es que la perdemos y desde allí nos plantamos en la vida de tal o cual manera. ¡Marche con otra sesión, don Freud!
La pérdida de los afectos, de los padres, de los hermanos, de los hijos, en manos de la muerte maldita seas, te llevaste a la mi vieja, como diría el Arcipreste o como encararía Jorge Manrique es una pérdida que me causa tanto vértigo que no quiero ni comentarla.
La pérdida de la juventud, la pérdida del dinero y del estatus a manos de la Fortura ocupan también varios miles de tomos de la literatura, desde el carpe diem en adelante.
Y hablando de pérdidas... ya perdí el interés en enumerar las perdidas. Mñana serpa otro día, diría Scarlett O'Hara y me quedo con ese pensamiento...

sábado, 4 de septiembre de 2010

Esta noche al oído te diré dos palabras.

"En octubre, fue por octubre" diría Federico García Lorca, seguramente, si tuviera que hablar de ella; pero ya estaba muerto cuando Alfonsina Storni se suicidó. Ya las balas franquistas habían apagado la voz del gitano dejando un silencio en el mundo que nunca podré perdonarle a la guerra civil española. Lorca nunca pudo saber que su amiga, al otro lado del océano, un octubre, frío aún, entraba al mar para no salir.
Esta es la última de las suicidas de la que voy a hablar por ahora, no porque no me gusten sus palabras. No. SIno porque tanta muerte me aburre.
Alfonsina no es igual a las poetisas de las que hablé en mis entradas anteriores. Alfonsina fue solitaria, sí. Alfonsina fue un alma sufriente, sí. Alfonsina fue incomprendida, humillada y discriminada, sí. Pero se mató porque tenía cáncer. Se mató porque no iba a esperar a que la muerte que llevaba en el cuerpo la consumiera. Así que se internó en el mar que amaba, para morir abrazada a las olas, para vivir en la casa de coral que da a la avenida de madréporas de uno de sus poemas.
Alfonsina no es oscura para nada. En sus poemas, que tienen mucho de la herencia modernista de Rubén Darío o el tono cultista de Leopoldo Lugones, hay luz, flores, perfumes, brisas frescas que entran en la casa, mujeres vengadoras de pájaros, espíritus libres.
Leer a Alfonsina es leer a una amante desencantada de la vida pero que no está llena de amargura; una mujer que espera sin angustia. Una mujer que se atrevió a escribir poesía y vivir por ella. Fea y todo, sola y todo en un momento en que ser poeta era cosa de hombres. Levantó la voz de la sensualidad y se ubicó en la cima ingenua, dulce, etérea:

Capricho 2

Escrútame los ojos sorpréndeme la boca,
sujeta entre tus manos esta cabeza loca;
dame a beber el malvado veneno
que te moja los labios a pesar de ser bueno.

Pero no me preguntes, no me preguntes nada
de por qué lloré tanto en la noche pasada;
las mujeres lloramos sin saber, porque sí.
Es esto de los llantos pasaje baladí.

Bien se ve que tenemos adentro un mar oculto,
un mar un poco torpe, ligeramente estulto,
que se asoma a los ojos con bastante frecuencia
y hasta lo manejamos con una dúctil ciencia.

No preguntes amado, lo debes sospechar:
en la noche pasada no estaba quieto el mar.
Nada más. Tempestades que las trae y las lleva
un viento que nos marca cada vez costa nueva.

Sí, vanas mariposas sobre jardín de Enero,
nuestro interior es todo sin equilibrio y huero.
Luz de cristalería, fruto de carnaval
decorado en escamas de serpientes del mal.

Así somos, ¿no es cierto? Ya lo dijo el poeta:
deseamos y gustamos la miel en cada copa
y en el cerebro habemos un poquito de estopa.

Bien. No, no me preguntes. Torpeza de mujer,
capricho, amado mío, capricho debe ser.
Oh, déjame que ría. ¿No ves que tarde hermosa?
Espínate las manos y córtame una rosa.


Delicada. Tierna. Inocente... Todo es Alfonsina. Pero lo mejor de sus poemas es el ritmo. Tiene una clara idea del ritmo poético, sabe cómo reunir las sílabas, cómo hacer los silencios, como combinar los acentos para que leer en voz alta sea lo mismo que leer música. Es una maestra del hemistiquio. Juega con los versos: estrofas de cuatro hasta la penúltima que es de tres, para retenernos ahí, pendientes y darnos la maravillosa estrofa final en la que la amante se enjuga las lágrimas, cambia de tema y pide una rosa. Mujer de principio a fin que confiesa que es capaz de manipular, manipulando. Chapeau, dulce Alfonsina, descansa junto al arrullo eterno del mar que te cantará palabras para que duermas en paz.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Para que no canten ellos.

Acá estoy otra vez. Hablé de Anne Sexton y del destino atroz de algunas mujeres poetas (sé que debería escribir "poetisa" pero, al fin y al cabo, este es mi mundo de palabras y uso las que quiero), poetas destrozadas por la sociedad, poetas que nunca pudieron perdonarle a la vida el haberlas hecho vivir; poetas que naciendo, ansiaron la muerte tanto, tanto, que no pudieron esperarla y fueron a su encuentro. Es el caso de Alejandra Pizarnik.
Estuve charlando con una tuitera brasileña @_Nuitt sobre Pizarnik y pensé en que podía seguir escribiendo sobre las poetas suicidas. Se suicidó, con pastillas, en el 72, luego de una temporada en un neuropsiquiátrico. Se mató porque la vida le quedaba grande y se cansó de esperar que se acoplara a ella. Fanática de Warhol, andrógina, enamorada de la mujer de Bioy Casares, Silvina Ocampo (ya hablaré de ella), derrochó su vida en torrentes de tinta que igualaban a la sangre y que competían con las lágrimas.
A Pizarnik hay que entenderla, nació Flora y se autobautizó Alejandra, ¿Cómo puede adaptarse a Buenos Aires alguien que ni siquiera está contenta con su nombre?
No la culpo. No fue fácil ser Alejandra Pizarnik. Buscó en el arte y en la música lo que el amor y las caricias no pudieron darle: una compañía, la calma, la posibilidad de entenderse a sí misma. No. No fue fácil ser Alejandra Pizarnik.
Veamos:

a Ester Singer

Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de fuego,
de silencio ingenuo, de piedras verdes en la casa de la noche,
déjate caer y doler, mi vida.

¿Se puede dudar del dolor que expresa ese yo lírico que desea caer, doler, consumirse en el fuego, desaparecer en el silencio que está construido de piedras? Le ruega a la vida, no la vive. La mira desde afuera y tal vez trata de abarcarla en el momento final en que la muerte/casa-de-la noche la acoja para siempre. Paradoja interesante: será vida cuando sea muerte.


Cantora nocturna

Joe, macht die Musik von damals nacht...

La que murió de su vestido azul está cantando.
Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad.

Adentro de su canción hay un vestido azul, hay
un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado
con los ecos de los latidos de su corazón
muerto.

Expuesta a todas las perdiciones, ella
canta junto a una niña extraviada que es ella:
su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la
niebla verde en los labios y del frío gris en los
ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre
la sed y la mano que busca el vaso.

Ella canta.

Si no estuviera hablando de una que canta a la muerte, estos versos serían un himno a la esperanza. Los colores saturan los versos: el azul del vestido, el amarillo del sol, un caballo blanco. Aparece el verde que corre por entre los versos y toma fuerza en las palabras, hasta que, repentinamente... cae el gris de la tristeza, de la confusión, de la lluvia, de la agonía; los labios se vuelven verdes con el verde de la muerte y entra en escena, la vida; que no alcanza, que nunca fue suficiente.
La necesidad de existir que es como la sed. La intención de la muejer-que-canta es saciar la sed bebiendo agua. pero la mano no llega y se acaba el poema antes de que sea capaz de lograrlo. La intención es hacerse dueña de la existencia pero termina el poema y definitivamente, no lo ha logrado. El yo lírico queda en una eterna agonía, en el gesto de asir la nada, el aire, los sueños, la alegría, los colores, la música... Así que no le queda más que cantar. Un canto fúnebre que eriza la piel. Una melodía de ultratumba que surje por ella que no puede morir pero también por ella misma que murió en la forma de la niña.
Pizarnik. La que le canta a la muerte, la que canta para que no canten ellos, la que escribe para no morir, la que sabe que el amor es un imposible que la completaría pero que se le niega. Pizarnik la del vaso eternamente vacío, la viajera, la loca, la suicida.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Que lo Plath no quite lo Sexton.

Soy una ciega, soy una ciega, soy una ciega me repetí mil veces cuando me di cuenta que no la había visto nunca, que había pasado a su lado incontables veces, que la había intuido, que había llegado casi hasta tocar su puerta pero no lo traspasé. Soy una ciega porque por ver a Silvia Plath nunca vi a Anne Sexton.
Fueron compañeras de taller literario. Dicen las malas lenguas de la red, que competían por el mejor poema en sus sesiones como talleristas. Compartieron la misma suerte: el suicidio y tal vez un poco del mismo desequilibrio.
Hoy volví a pensar en Sexton, la que quedó opacada ante mí por la otra, la de los globos que revientan cuando termina la infancia.
Volví a pensar en Sexton y en un poema que me martilla en la cabeza:




The ballad of the lonely masturbator
La balada de la masturbadora solitaria

The end of the affair is always death.
She's my workshop. Slippery eye,
out of the tribe of myself my breath
finds you gone. I horrify
thouse who stand by. I am fed.
At night, alone, I marry the bed
Finger to finger, now she's mine.
She's not too far. She's my encounter.
I beat her like a bell. I recline
in the bower where you used to mount her.
You borrowed me on the flowered spread.
At night, alone, I marry the bed.

Take for instance this night, my love,
that every single couple puts together
with a joint overturning, beneath, above,
the abundant two on sponge an feather,
kneeling and pushing, head to head.
At night alone, I marry the bed.

Ibreak out of my body this way,
an annoying miracle. Could I
put the dream market on display?
I am spread out. I crucify.
My little plum is that you said.
At night, alone, I marry the bed.

Then my black-eyed rival came.
The lady of water, rising on the beach,
a piano at her fingertips, shame
on her lips and a flute's speech.
And I was the knock-kneed broom instead.
At night, alone, I marry the bed.

She took you the way a woman takes
a bargain dress off the rack
and I broke the way a stone breaks.
I give back your books and fishing tack.
Today's paper says that you are wed.
At night, alone, I marry the bed.

The boys an girls are one tonight.
They unbutton blouses. They unzip flies.
They take off shoes. They turn off the light.
The glimmering creatures are full of lies.
They are eating each other. They are overfed.
At night, alone, I marry the bed.

Al final del asunto siempre es la muerte.
Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,
fuera de la tribu de mí misma mi aliento
te echa en falta. Espanto
a los que están presentes. Estoy saciada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Dedo a dedo, ahora es mía.
No está tan lejos. Es mi encuentro.
La taño como a una campana. Me detengo
en la glorieta donde solías montarla.
Me hiciste tuya sobre el edredón floreado.
De noche, sola, me caso con la cama.

Toma, por ejemplo, esta noche, amor mío,
en la que cada pareja mezcla
con un revolcón conjunto, debajo, arriba,
el abundante par espuma y pluma,
hincándose y empujando, cabeza contra cabeza.
De noche, sola, me caso con la cama.

De esta forma escapo de mi cuerpo,
un milagro molesto, ¿Podría poner
en exibición el mercado de los sueños?
Me despliego. Crucifico.
Mi pequeña ciruela, la llamabas.
De noche, sola, me caso con la cama.

Entonces llegó mi rival de ojos oscuros.
La dama acuática, irguiéndos en la playa,
en la yema de los dedos un piano, vergüenza
en los labios y una voz de flauta.
Entretanto, yo pasé a ser la escoba usada.
De noche, sola, me caso con la cama.

Ella te agarró como una mujer agarra
un vestido de saldo de un estante
y yo me rompí como se rompen las piedras.
Te devuelvo tus libros y tu caña de pescar.
El periódico de hoy dice que os habéis casado.
De noche, sola, me caso con la cama.

Muchachos y muchachas son uno esta noche.
Se desabotonan blusas. Se bajan cremalleras.
Se quitan zapatos. Apagan la luz.
Las criaturas destellantes están llenas de mentiras.
Se comen mutuamente. Están más que saciadas.
De noche, sola, me caso con la cama.

Impactante.. Sexton se suicidó en el 74. Tal vez por este poema me quedé ciega, tal vez porque a la sociedad del norte, esa que es la más pura entre las puras, le había salido una hija que se masturbaba y lo confesaba en forma de poema. Una hija a la que había, si no que callar, al menos, bajarle un poco el volumen de su diatriba poética.
Es un poema-cachetada. Duele, perturba, dejá al descubierto una arista femenina que se quiere callar: que las mujeres también recurren a mecanismos de autoerotismo.
Nunca pierde el tono literario aunque es un tema escabroso. Comienza haciendo alusión a la muerte final y definitiva y a la otra, la que se da con cada orgasmo, la petit mort de los franceses, el momento de disolución total y de entrega hacia el infinito. Cuando el cuerpo deja de ser cuerpo y se hace parte de las estrellas que se agrupan en la vía láctea (De esta forma escapo de mi cuerpo,/un milagro molesto, ¿Podría poner/en exibición el mercado de los sueños?/Me despliego. Crucifico.). A esa muerte se refería y a la otra, la que llegó después; la que vino para salvarla de la soledad y la locura.
Más adelante, en el poema, dice: "y yo me rompí como se rompen las piedras". ¿Dónde, dónde quedó la mujer autosatisfecha, la que no necesita de nadie, la pétrea, la realizada, la que asumió su soledad? QUedó partida, frágil, sola, con el recuerdo de un marido que se cosificó (volviéndose cama) hasta cosificarla a ella: muerte, cuerpo, milagro,piedra, soledad.
La Sexton tan cambiante como un caleidoscopio y yo, ciega.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Jaime Sabines, salud.

Hoy decidí que quería escribir sobre la búsqueda que nunca termina. La búsqueda del amor teniendo al amor. La búsqueda del deseo sintiendo aún las brasas encendidas del que se está extinguiendo.
Es la historia del inconstante, del que sabe que nunca encontrará lo que busca porque lo que busca no existe. Sin embargo cree verlo en el brillo que se percibe en el fondo de los ojos de este amante, o escondido en la voz del próximo. Cree, supone, desea, espera que esté. Pero no está. Sabe que no está pero finge, disimula, se autoconvence...
Algunos somos así. Claro que no vamos a confesarlo fácilmente porque en el fondo, somos seres solitarios, abandonados, perdidos, que montamos el show para los demás o lo que es peor: para nosotros mismos.
En esta búsqueda que no termina nunca, nos vamos dejando el alma, las uñas, pedazos de corazón abandonado. Nos vamos mutilando cada vez más pero seguimos adelante, descoyunturados, rotos, quebrados, con menos ilusiones.
Nunca vamos a detenernos: lastimados y todo, heridos y todo, desahauciados y todo seguiremos buscando al que no existe porque es la búsqueda en sí misma, la esencia de nuestro ser.
No me pidas, entonces, que me quede.

martes, 31 de agosto de 2010

lunes, 30 de agosto de 2010

Oh corpore meo...

Hoy he decidido escribir sobre el cuerpo, si bien lo construyo de palabras no es ese, el metafórico al que me refiero; sino al real. El cuerpo que nos contiene, el que nos conecta y el que nos desconecta. Estuve escribiendo algunos tuits con eso: "No entiendo mi cuerpo sin el tuyo, me faltan extremidades; me sobran espacios", "Tu cuerpo estaba hecho de estrellas, el mío de sombras. Llegabas y todo era luz",
Estuve pensando largamente en esta entidad que es el cuerpo que nunca es de uno solo, que siempre es de dos o más, que toma su entera dimensión en la relación con el otro.
El cuerpo nos avergüenza o nos enorgullece, nos aplasta o nos expone. Somos cuerpos que se relacionan entre sí, que se repelen o se atraen.
El cuerpo es el sitio del tacto, del erotismo, el lugar de juegos, de sudores, de humedades, de aromas, de pequeños dolores causantes de placeres oscuros.
Pensaba justamente en eso. En el momento en que dos cuerpos se vuelven una sola entidad. En esa dimensión en que las leyes físicas se trastocan para que dos sean uno, para que uno sea infinito.
El cuerpo que goza es el mismo que sufre; el que se abre, es el mismo que rechaza, ignora mata.
Habla por sí mismo, dice lo que nuestras palabras callan, lo que nuestros ojos niegan, lo que nuestro deseo trasluce. Así, al menos es el mío.

domingo, 29 de agosto de 2010

Anoche, antes de cerrar los ojos y antes de Maresia, me dormí pensando en un poema que leí en mi época universitaria, cuando cursaba Literatura Francesa en la UNC. Cerré los ojos pensando en Victor Hugo y en Booz dormido. NO fue hasta hace un ratito que volví a recordar ese pensamiento y salí a la búsqueda del poema en la red para poder leerlo y saborearlo nuevamente. La mejor traducción que encontré, estaba en la página de un bloguero: Carlos Sánchez Sottosanto. Linda página.
Releí el poema varias veces, tal vez los años que pasaron desde que lo descubrí, me hicieron saborearlo como a un vino añejo y sabroso.
Qué me dio por ese poema ahora, no lo entiendo. Me detuve en la última parte:
"En tanto que él dormía, Rut, una Moabita,
con el seno desnudo a sus pies se acostó,
esperando no sé cuál inédito rayo,
cuando del alba viniera la imprevista luz.

Booz no sabía que una mujer allí estaba,
y Rut no sabía lo que Dios quería de ella.
Los penachos de asfódelos despedían perfumes;
la noche respiraba flotando en Galgalá.



La sombra era nupcial, augusta y solemne;
los ángeles volaban allí oscuramente,
y se veía pasar en la noche, a momentos,
algo azul, como si fuera un ala.

El respirar durmiente de Booz se mezclaba
con los sordos murmullos del arroyo en el musgo.
Y era aquel el mes cuando la natura es dulce,
las colinas con lirios sobre todas sus cumbres.

Ruth soñaba y Booz dormía; y la hierba era negra;
palpitaban muy suaves los cencerros de la tropa;
una inmensa bondad caía del firmamento;
una hora tranquila; los leones bebían.

En Ur y en Jerimádet todo estaba en reposo;
los astros esmaltaban el cielo hondo, umbrío;
la luna fina y clara entre flores de sombra
brillaba en Occidente, y Ruth se preguntaba,

inmóvil, entreabriendo los ojos bajo el velo,
qué dios, qué segador del inmortal estío,
tan negligentemente dejó caer al irse
esa hoz de oro en los campos de estrellas"

Qué hermosura, no? El poema es como una pintura. La noche de verano, el arroyo, la naturaleza, la quietud, la mujer que sueña y el hombre que duerme. De ellos nacería Jesús, con el tiempo. De ellos dos, una mujer joven y un hombre anciano se hablaría por siempre y lo desconocían en el momento crucial del encuentro. La última estrofa es sutil, delicada. El punto de vista no está fuera del poema, está dentro de Ruth, y podemos sentir su emoción, su miedo, su timidez. Es ella la que se pregunta quién ha abandonado una hoz, la luna, en un campo de estrellas. Ella es segadora, sabe de hoces, de espigas y relaciona lo que siente en ese moemento con su experiencia cotidiana...
Qué segador del inmortal estío o qué segador del eterno verano como, leí alguna vez, ha dejado abandonada su hoz de oro sobre un campo de estrellas...
Es tan simple la resolución del tema, es tan sencilla que emociona. Yo también quisiera ver algo azul en la noche como un ala y también quisiera que la luna se transformara, ante mis ojos, en una hoz dorada.

Vivir en maresia.

Sigo envuelta en la maresia. Espero que no me abandone nunca. Sigo pensando en ella. Si aspiro desde el corazón, creo que puedo sentir el aroma de la sal, el sonido del viento. Si agudizo mi tacto, creo que puedo sentir mis pies en la arena.
Extraño mundo este, extrañas casualidades, extraña forma de plantarnos en un universo que ni pensábamos y en el que todo se transforma a una velocidad vertiginosa.
Creo que estoy en el primer paso: el paso que me lleva a pensar en la maresia y en Maresia.
Quiero hacer algo, quiero comunicar algo, quiero poder hacer algo por otros. Sabido es que la poesía, que la literatura es más poderosa que la ignorancia que es, de todos los males humanos, el más nocivo, según creo. La ignorancia es peor que la guerra porque por ignorantes nos matamos unos a otros.
La ignorancia es no saber: no saber lo que el otro siente, lo que el otro espera, lo que el otro quiere, lo que el otro desconoce. Ojalá podamos apuntar primero a la ignorancia. Ojalá Maresia se levante en contra de ella usando como arma: las palabras y la belleza.

sábado, 28 de agosto de 2010

Maresia

Hoy, he aprendido una palabra nueva. Una palabra en portugués, maresia. "Maresía", si la escribo como la pronuncian en Sao Paulo. QUien me explicó su significado, Giselle Zamboni, me escribió: " no se si podré explicarte bien, pero intentaré...maresia es la brisa del mar, el aire de la región...aquel "profumo" de la sal,mar" y luego hablando me dijo: es una brisa que sale del mar y entra a la tierra.
Me pareció fantástica, fantástica. Habla de la sensación de tener el mar con nosotros siempre. Como esa bruma marina que nos recuerda que en el alma se producen las mismas mareas que en océano.
Una maresia que nos envuelve en plena ciudad y nos deja pensando en la arena, en las largas caminatas, en las conversaciones privadas con el mar.
QUiero vivir en maresia, en realidad. QUiero vivir en un estado de pensamiento que me lleve a estar en calma. Maresia en plena ciudad, maresia infinita.

viernes, 27 de agosto de 2010

De onanismos y otros placeres.

Me gusta leer.Amo los libros, no solo quiero a la escritura. La escitura es una necesidad para mí en este momento; la lectura fue una tabla que me salvó la vida antes y siempre.
Encerrarme en el placer de la palabra escrita. Aislarme del mundo, dejar que se vayan armando en mi cabeza las historias como piezas de rompecabezas que se unen o cmo hilos de un tapiz colorido que se teje en mi mente, es apasionante.
Cuando leo estamos el libro, la voz del autor, la historia y yo, formamos una estrecha cofradía, una asociación secreta que seguramente construye significados completamente diferentes a los que pretendía el autor. Jugar con los significados, interpretar el texto como quiero, tomar la dirección que se me dé la gana dentro de la trama, hurgar en los escondrijos de las tramas secundarias y quedarme pensando más en ellas que en los personajes principales, es una sensación que no quiero dejar de experimentar.
La lectura es un placer onanista decía Cortázar. Quizá tenía razón..., es una práctica onanista en búsqueda del orgasmo literario.

jueves, 26 de agosto de 2010

Vida y muerte,

En mi castillo construido de palabras, en el que soy la reina absoluta, sufro escuchando a Janis Joplin. Su voz se desgrana desde los auriculares a mis oídos, sangra su voz, baja en un torrente de notas directo hasta mi emoción. No se choca con nada, va a mi carne viva, a lo que siento y me sacude como una descarga eléctrica.
cómo pudo suicidarse? cómo es posible que la música y las palabras no la salvaran...
A veces pasa que las palabras se vuelven espadas, los silencios se vuelven dagas, las letras se vuelven espinas. Todo daña, todo destruye y no queda más que terminarlo.
Las propias palabras que dan vida, matan.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Tópico mío.

Aquí estoy en mi reino hecho de palabras y de sentidos. TEngo que redactar, escribir miles de cosas para otros, para decir qué hacer, para informar, para convencer de que lo que hacemos está bien pero ahora no quiero hacer esto. Quiero escribir lo que mis reales dedos deseen desde sus reales ganas. Un momento de paz para sufrir a gritos y en silencio o para protestar.

Mi mundo de palabras.

Este es mi pedacito de pantalla. Es mi recuadro. Me reafirmo como dueña absoluta de este segmento del mundo binario. Acá mando yo. Acá soy reina y dueña de lo que digo. Me hago cargo.
Este es mi pedacito de cielo: para desangrarme si quiero, o para convertirme en diosa o loba o ausente o niña o fuego o agua o nada. Nadie puede evitarme, nadie puede dejar de quererme, nadie puede juzgar mis actos.
este es el lugar de mi entera voluntad donde puedo jugar a que Dios es mujer y soy yo.
Y como soy la Creadora decreto que este esta es una tierra donde las palabras se materializan, los poetas son los dadores de pan y de agua, las mujeres enamoradas son las manos que brindan consuelo y las resginadas, se miran las líneas de la mano. Es mi mundo y digo que los hombres de sonrisas amplias custodian los recuerdos y los niños y los ancianos cuentan cuentos en los parques.
Es mi mundo, mío, imperfecto con dos lunas que coexistan en el cielo y enloquecen de fiebre y delirio a las lobas que aullamos a sus brillos inconmensurables.

martes, 24 de agosto de 2010

Sigo a la luna que no me mira. Sigo a la noche que me persigue y me ata, me tortura, me desprecia. Sigo, implacable el hálito de tu perfume entre terrenos de bruma. TE persigo, te persigo. Pronto eentenderé, porque ya lo entiendo, que persigo una imagen inventada. Pero me gusta. QUiero seguirla. Cuando llegue la mañana, cuando llegue el sol, serás el recuerdo de una noche de fiebres y sudores, de deseos y humedades, Ahora sos una posibilidad y aún la disfruto, la degusto. Efímera, vacía, pronta a ser olvidada.

lunes, 23 de agosto de 2010

Voy a cumplir cuarenta años. Bueno, dentro de dos años. Pero no importa que algunos meses me separen de esa fecha y tampoco importa que 40, 41 o 60 sean lo mismo. Importa el hecho de que será un hito en mi vida. Un momento en el que deberé hacer una retrospección. Algunos creen que me importa que el tiempo pase porque me niego a decir mis años y juego con que el mundo entero es mayor que yo. Es solo un juego que me divierte.
La realidad es que verdaderamente voy a cumplirlos. ¿Qué le pasa a una mujer cuando cumple los 40? Se vuelve más sabia, dicen. Lo dudo, digo. Se vuelve más sexy, dicen también. Lo dudo, también. La verdad es que no sé lo que pasa. Si alguien me lo quiere explicar lo agradeceré. La cosa es que... no sé si quiero saberlo.
Tengo que desmenuzar hechos:
ya no soy joven, pero tampoco vieja.
Ya no me creo nada, pero ansío creérmelo.
Ya no espero nada de nadie, pero cómo me gustaría que me sorprendieran.
Quiero convencerme de que me creo, pero no.
¿Hay que dejar que la vida siga? ¿Hay que amoldarse a ella? ¿Hay que hacer como si nada pasara y cubrir las necesidades básicas del día a día? ´
Son tantas las dudas que tengo y no.
Creo que voy a entrar en una segunda adolescencia. Que los 40 son la adolescencia definitiva, pero la real; más amarga que la anterior porque ya se vivieron todas las desdichas y los desencantos. Se acabó la inocencia. Creo que es eso: los 40 son la madurez de las ilusiones, la muerte definitiva de la inocencia.

Palabras de textos que mutan.

Todo el mundo quiere escribir cosas geniales y que otros miles se las lean y digan oh, ah, uh, con sus ocurrencias magníficas. Yo quiero escribir, simplemente. Quiero poder poner en palabras escritas, que pueda verlas, disfrutar de sus formas, de sus tamaños, de sus combinaciones en la pantalla, lo que no puedo sacar de adenro mío de otro modo, lo que no puedo contarle a mis amigas,no porque sea secreto sino porque para torturarlas con cuestiones filosóficas es too much.
Mis amigas son buenas minas. ¿Para qué complicarles más la vida?
Quiero escribir para poder pensar. QUiero escribir para poder entenderme en este tiempo de confusión.
La gente no se escucha, no se lee. No se piensa a sí misma. Eso es un problema porque se analiza a partir de lo que proyecta en otros. No quiero proyectarme, quiero vivirme. Quiero empezar a entender mi mundo que es diferente al de cualquier otro. Existen tantos mundos como habitantes posee este planeta y a veces la estupidez más grande es pensar que podremos encontrarlos, contactarlos, reunirlos.
Este blog va a mutar y espero que mute porque pasarépor diferentes etapas aunque sea una sola. Pienso en la Rosa Mutabile de Federico García Lorca. Pienso en que tal vez en la raya de lo oscuro yo también me comenzaré a deshojar o al menos a deshojar mis textos en este blog.

domingo, 22 de agosto de 2010

Andará de vacaciones.

No creo en la inspiración. Como estoy segura que los escritores genuinos, tampoco. Es un buen recurso del márquetin literario, como no. Pero a la hora de los bifes, en el momento en que hay que sacarla a relucir, no existe.
No creo en las musas. No creo en el susurro del Espíritu. QUisiera poder creer en eso, quisiera. Pero no puedo. O no soy digna de las musas, o la inspiración pasa de mí, como diría Serrat, o soy tan inicua que el Espíritu prefiere ir a susurrarle cosas a los puros.
Creo en el trabajo. Creo en que somo seres intertextuales, seres llenos de influencias, seres curiosos, seres pensantes, seres críticos. Creo en que para decir algo hay que tener algo en la cabeza con qué asociarlo.
Así que, ya que hemos dejado las cosas en claro, seguiré escribiendo. Lo que me plazca. Eliminaré las palabras innecesarias y seguramente dejaré otras, igualmente innecesarias pero que me gustan. De eso se trata la escritura: de libertad. La libertad con que la que JMG Le Clézio escribe y no le entiendo nada. La Libertad con la que Galeano juega con el lenguaje e inventa palabras y lo adoro. La libertad con que Cortázar nos mete a la fuerza, a las patadas en otras realidades y otros mundos. La libertad de poder decir ahora no sé qué más decir porque, como notarán, la inspiración me ha abandonado.

Escribo palabras.

Estoy "dedorrágica". Sí. Quiero escribir y escribir. No sé hasta cuando; tal vez hasta que termine de decir todo lo que tengo que decir, todo lo que tengo atravesado acá, a la mitad de los dedos y quiero que salga de una buena vez y para siempre. Capaz que después de que escriba un tiempo me calle. Haga silencio. Me suma en una profunda nube de silencio.
Ahora no quiero. No se me da la gana. Quiero escribir. Es madrugada. La ciudad duerme. Las respiraciones de miles de personas se unen en un sopor de sueños y sudores. Yo no duermo. Yo no sudo. Yo no espero. Sólo escribo.
Tal vez mi cerebro necesite mantener la cordura a través de mis dedos. Lo desconozco. No me interesa saberlo ahora ni analizarlo.
Hay una pulsión en mí, la que quiere seguir escribiendo. Hay una necesidad en mí: poder conectarme con alguien, poder contactarme con alguien que me entienda a quien no tenga que explicarle nada, Ya no quiero explicar. Quiero escribir.
Si alguien me lee, bien. Aunque egoístamente no estoy pensando en el lector ideal, en el lector medio, o en un lector de carne y hueso. ¿Quién ´querría leerme? ¿Acaso hay algo interesante que pueda decirle? Seguramente lo que escribo lo leyó mil millones de veces en mil millones de lugares diferentes y mil millones de veces revestido de mejor calidad.
Así que sigo con mi necedad de escribir sin importarme lo que puedan decir, pensar, desear, querer, de mis escritos.
¿No lo ven? Yo no escribo para no morir como decía Pizarnik, ni escribo para suavizar mi existencia como hicieron Wilde o Hernández desde sus celdas. No escribo para trascender como Borges, ni para divertir como Twain. No escribo para denunciar como Orwell, ni para disfrutar de las palabras como Verlaine y sus largos sollozos de sus violines de invierno. Yo... escribo.

Lo que me gusta de las palabras...

¿Por qué me gustan las palabras? Empezar a responder esa pregunta ahora sería llenar una página de lugares comunes. Me parece más interesante decir lo que me gusta de las palabras, del mundo infinito de estas grafías que traducen en dibujitos los sonidos humanos.
Adoro los puntos suspensivos. Me encantan sencillamente, me gusta que quede la frase inconclusa, como alejándose lentamente, como queriéndose ir y no queriendo. Me deleito en las fracciones de segundo en que se queda suspendido el tiempo y la reflexión se cuela por ahí. Pensar cuando se lee, creo que por eso me gustan tanto, tanto que abuso. Difícilmente haya algún texto mio que no los lleve... Leer y pensar; escribir y pensar. Ahí se encierra para mí la esencia del trabajo del escritor y del lector. Leer entre signos, entre puntos, con autorización expresa.
Amo los adverbios de modo. Todos me gustan. Esas palabritas terminadas en -mente siempre están en mayor o en menor grado, se cuelan, sin darme cuenta y están ahí escritas y ya me da pena borrarlas. Son palabras largas, que pueden saborearse y dejan en el paladar el sabor de la "manera" de hacer las cosas. "Irremediablemente", como el libro de poemas de Alfonsina Storni que leí a los 12 años, muero por los adverbios. Ni siquiera quiero contar cuántos escribí en esta entrada, definitivamente, apa´recerán una y otra y otra y otra vez.

El interconectado mundo de las palabras.

Acá estamos y acá seguimos hablando y escribiendo y pensando y discutiendo sobre las palabras, sobre la necesidad de comunicar. Necesidad que surge realmente de lo más profundo de mi alma. Estoy en una época de cambio, de irme hacia adentro. QUiero comunicarme con todos, llegar a todos los estratos y eso implica una profunda reflexión, un intento de comunicación conmigo misma. ¿Cómo entablo relaciones con los demás si no puedo hacerlo conmigo? Mis tweets, mis textos, mis pensamientos van siempre a la misma orilla... Qué decirle al otro. Tengo la profunda convicción de que estamos conectados, de que todo está conectado con todo en este mundo por una estrecha e invisible red de relaciones. Quien descubra esos hilos invisibles, esa cadena de titanio indestructible que asocia a todo el mundo entre sí, conocerá la verdad absoluta, el aleph, el nombre de Dios.
Y en esa reflexión estoy... ¿Realmente quiero conocer la relación que existe entre todas las cosas? ¿Qué debería hacer con ese saber?
No está en mi naturaleza el deseo de dominar al mundo. No está en mi naturaleza la búsqueda insaciable de poder... eso me transforma en inofensiva o en peligrosa. No lo sé aún. No he decidido en qué me transforma, igual... Tampoco le interesa a nadie.

sábado, 21 de agosto de 2010

Complejidad del viaje de las palabras.

El viaje de las palabras es complejo. Primero, ellas no eligen a dónde ir, alguien las selecciona, las toma de un paradigma y por alguna asociación les da vida y las lanza a la calle. A veces, dignamente soportan una vida de papel. Esa sería la mejor fortuna para ellas si un gusano, una inundación o las lenguas calientes de las llamas no las borran para siempre. Otras veces, corren la suerte de la futilidad del mundo binario y con una simple presión de dedos, se desbarrancan y desaparecen para siempre.
Las que se desvanecen en el aire son los peones del ajedrez, la carne de cañón, las que vivirán por una fracción de segundo y luego se las llevará el viento. Lo que salva a estas últimas es que suelen ser las más efectivas, las que perduran de otra manera en el recuerdo, la que susurran al oído en el momento preciso del orgasmo y se quedan por años talladas como en roca en los tímpanos, en el cerebro, en los sentidos. Son las que hieren, las que desatan guerras, las que no pueden olvidarse fácilmente y dejan cicatrices. ¿Será la venganza de su futilidad?

Palabras en boca de los machos.

Seguimos viviendo en una sociedad machista y las palabras viajan hoy para intentar gritar contra esta situación. Los hombres nos hicieron creen que tienen razón por su género, porque son los únicos "duros" que pueden soportar las cosas. PObres. Pobres. Pobrecitos.
No existe mayor ceguera que la de intentar "infundir respeto", no existe mayor estupidez que la de creer que la ironía y el desprecio por el otro son formas de comunicarse.
La comunicación va más allá de tener la razón, de hacer las cosas como se quiere, de no escuchar la opinión "autorizada". PObres. En ese caso, las palabras viajan pero se chocan con la forma de ser de los necios. No les queda ningún destino a las palabras. Ninguno, más que volver a quien las emitió y las entiende o morir en el intento de llegar a destino.

viernes, 20 de agosto de 2010

Las palabras vuelan.

Las palabras viajan en el aire, como signos sonoros; viajan en los papeles como fugitivas sin descanso. Viajan con música, con silencios, con gestos. Viajan de un lado a otro y se llevan la carga del significado con ellas. Todas. Cada una de las palabras tiene una historia detrás. El desafío es conocer cada una de esas historias y develarlas, des-velarlas, quitarse los velos y dejarlos caídos a los pies del lecho amatorio.
Si pudiéramos conocer esa historia entenderíamos el mundo de una manera diferente, nos relacionaríamos con otros de otra forma. Pongamos como ejemplo la palabra coraza.
Siempre me ha gustado su sonido palatal, gutural, áspero.... co-ra-za. Podría repetirla hasta agotarme, hasta que la lengua se me trabara: coraza, coraza, coraza, coraza.... Me gusta usarla a veces, esconderme detrás de ella y sentirme segura. Coraza formada por corazón, por cordura, por sonido. Puedo elegir el matiz que quiera y llevarlo a mi cabeza.
Podría decir que la palabra coraza nació cuando por primera vez un hombre de cromagnón se enamoró. Se acercó a la mujer y con sonidos guturales intentó explicarle que no sabía la razón pero que la invitaba a irse con él porque la necesitaba como nadie hasta ese momento (y juro que era cierto) había necesitado a ese ser. La mujer lo miró y vio un brillo  en sus ojos que interpretó como desprecio. Desde ese momento el pobre cromagnon tuvo que esconder lo que sentía y decidió que lo haría detrás de una coraza.
Pobre, nunca supo que ella interpretó su mirada de desencanto como burla y se escondió en su coraza.